Iban
pasando los días y me negué a seguir leyendo, no supe entender que al cabo de
tantos años se guarden secretos y no trascienda nada, tenía tantas dudas que
aparque el asunto.
Me
fui de vacaciones con las amigas a la Playa de Orellana La vieja Badajoz
(Extremadura) solo quería olvidar, me equivoqué, por mucha belleza que el
embalse y su entorno tuviera un gran atractivo no pensaba en otra cosa que en
contenido del dichoso armario.
Deje
las vacaciones y volví a casa. Ese día paseé hasta bien entrada la noche, en el
camino me cruzaron unos gatos negros que huyendo de unos perros corrían calle
abajo. Al llegar al bar de la señora Engracia se encontraba barriendo y
recogiendo las mesas, entré a saludar; buenas noches “seña” Engracias, -Buenas
noches Adelina, ¿qué haces tan tarde en la calle? He salido a dar una
vuelta ya voy de recogida. -Siéntate ahí
y nos tomamos una copitas, ¡Hace calor
pero no importa!
Sentadas
y saboreando los buenos momentos. Dieron las tres de la madrugada y seguíamos sentadas
tomando anís, pensaba si la a ver “tía” Engracia se entona y me cuenta algo; pero no,
ella estaba acostumbrada a beber y la que casi no veía era yo. Antes de marcharme
le preguto, “tía” Engracia ¿Ud. Conocía a mis padres desde hace mucho tiempo?
–Sí hija sí, cuando vine con mí Manolo al pueblo ellos estaban aquí y lo que más me extrañaba
de ellos era que tu madre no quería dar a luz aquí, siempre comentaba que en la
ciudad había mejores médicos, ¡pero no ella sola! otras vecinas lo hacían y al
volver traían en sus brazos unos niños hermosos qué luego cuidaban con gran mimo, así estáis todos muy bien
criados. -Y, con la suerte que nunca os faltó que comer.
Me despedí
con una nueva duda. A la mañana siguiente subiría al desván.
Buenas
tardes amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario