Supuse que
la mano que gateó del pozo era la causante de todo.
Estuve
varios días sin subir al desván pero mi mente se negaba a dejarlo en el olvido.
Por la
tarde llegó Maruja había quedado con las comadres para ir al baile, no tenía
ánimos para nada estaba ausente sin concentrarme en el presente, al rato
aparecieron Evaristo y Samuel, fue una gran sorpresa, al verlo mi cara sonreía
recordando los buenos ratos pasados en
el campo. Éramos mujeres libres pero atadas a una sociedad de engaño que no
dejaba moverse a las mujeres, siempre había que estar pendiente de; el qué
dirán. Maruja era muy lista e intentaba disimular delante de todos; ¡y delante
del cura, ni te cuento! Le hacia la pelota como nadie pero detrás hacia lo que
su cuerpo le mandaba, para el cura era una santa. Yo, admiraba su valentía y la
envidiaba por saber estar en cada momento donde ella quería sin que nada trascendiera
a los demás.
Al llegar la
noche se le ocurrió ir a pasear al cementerio, yo no podía con esto, Maruja se acercó
y dijo, -¿Tú crees que alguien se le va a ocurrir buscarnos en este sitio? -En los
pueblos es el mejor escondite, ¡aquí, aquí no te busca nadie!, con el poco daño
que hacen los muertos que miedo se les tiene.
La noche fue
como tantas otras.
Buenas tardes
amigos.
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