La “tía” Úrsula pasó por la vida
¡cómo tantas mujeres, sin pena ni gloria!, lo suyo era la casa, de ella la
familia le sacó el jugo principal. En la cocina era la reina guisaba como nadie
y cada vez que le rondaba un hombre la abuela María se sacaba todas las faltas
habidas y por haber –Este es un vago y pobre donde los haya, ¡El Narciso! ¡Hombre,
es que no hay otro! Ese se marchó con
Claudia y la dejo al tercer día, Alejo… Así, cada vez que alguien la pretendía.
Úrsula estaba cansada de que todos
fueran insuficientes para ella y el ver buscarles las cosas buenas todo eran
reproches.
Una mañana se levantó decidida a
tomar las riendas preparando la maleta y salió del pueblo, no dijo a nadie
donde iba.
La buscaron por todo los alrededores
del pueblo Úrsula sin aparecer.
Al llegar al coche de línea el
compañero de viaje en el asiento de al lado, Úrsula lo miraba tímida y en un
descuido se le cayó el bolso al suelo, Dionisio” ¡Qué, así se llamaba!, se lo
entregó con poca delicadeza. Se fijó en sus manos y ellas trasmitían venir de un
trabajo duro. Úrsula sacó del bolso un bocadillo de tocino ibérico y ofreciendo
un trozo a Dionisio, Dionisio no rechazó el ofrecimiento. Empezaron a comunicarse
y al terminar el viaje terminaron en una vivencia desconocida para ambos.
Pasaban los días y el dinero se iba marchando
con ellos. Úrsula le propuso irse juntos a su pueblo, allí cuidaremos de mis tierras
y viviremos de ella sin darle cuentas a nadie, ¡Qué te parece!
Desde entonces son mal mirados por los
familiares ya que toda la vida habían vivido a su costa y ahora había que repartir.
Buenas tardes amigos.
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