Después de la movida de ayer las
aguas han vuelto a su cauce, nadie se acuerda de los huidos; al contrario;
todos nos alegramos de su marcha.
El día ha amanecido gris oscuro las
nubes campean la ciudad poniendo un parasol agradable para el peatón. He
terminado el desayuno y seguido iré a repasar los papeles, al subir he tenido
mis dudas si sería bueno indagar en ello, pero mi deber era averiguar la
verdad. Saqué las cartas y repasé las ya leídas, cogí la siguiente y al abrirla
se cayó algo al suelo, busqué entre los muebles y debajo de un espejo vi algo
que brillaba, ya en mi mano contemplo una moneda que a simple vista era de oro,
moneda del tamaño de dos € actuales, la contemplé largo rato y seguí con el
sobre, abriendo este en su interior se encontraban otras dos, una de mayor
tamaño también de oro, la otra era de plata un poco más pequeña, esta
oscurecida.
En el anverso la cara de un animal
con cuerpo de hombre y ramujo pequeños alrededor de la moneda, en el reverso
unos números en letras romanas, seguí sacando los papeles y en ese momento se escuchan
unos gritos en la calle, al asomarme a la ventana unos chicos del barrio corrían
alrededor de un niño que tendido en el suelo se encontraba inmóvil. Bajé lo más
rápido que pude a socorrer al chico, al mirarlo le conocí, que era el hijo de Marta;
una amiga que hacía muchos años dejamos de hablarnos. Cogí a Alejandro en mis
brazos para llevarlo al médico pero antes de llegar aparecía Marta y, a tirones
sin decir palabras me quitó al chico, me quedé quieta y comprendí que ese no
era mi lugar.
Sentada en el brocal de la fuente estuve
esperando, lo pensé mejor y camine dando vueltas hasta llegar a fuente fría en medio
del campo allí no encontraría a nadie que le molestase mi presencia.
Buenas tardes amigos.
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