En el desván siempre se fueron a
arrinconando las cosas que; para la abuela, le traían malos recuerdos. El busto
lo escondió en el rincón más oscuro y escondido en cima de una mesa donde el
abuelo hacía la matanza, en ella los cochinos gritaban desesperado esperando su
muerte y, un mal día al matar al cerdo se le escapó en cuchillo y le pinchó a
la abuela en la pierna, desde entonces su cojera cada día fue a más, esa mesa se
subió al desván y desde entonces no ha vuelto a ver la luz. Los años van
pasando y en esa parte de la casa quedan recuerdos Buenos y malos y las
generaciones venideras sabrán que hacen con ellos.
Ayer tarde subí al desván para
repasar las cartas, me encontré con todo revuelto y el busto del “´tío” Jacinto
en medio de la habitación, estaba en el suelo apoyado en una mano de barro, me
extrañó este sitio no era el habitual lo levanté y lo llevé a la mesa, al coger
el busto se desprendió algo de la oreja, algo que al caer al suelo sonó fuerte,
solté en la mesa el busto y cogí del suelo dicho objeto era algo poco común parecía
una bolsa de cuero con piedras dentro, al abrirla salieron unos murciélagos
volando y trozos de barro, en mi mano quedó la bolsa, al abrirla para mirar
dentro esta se desplegó y en ella se encontraba una mano con tres dedos, le
faltaba el meñique e índice, la doblé y fui a coger la mano donde estaba
apoyado el busto, busqué por todas partes y no fui capaz de encontrarla. Estaba
asustada, cerré la puerta y al bajar por la escalera unos golpes en la puerta
del desván me hicieron temblar, no sabía si subir o salir corriendo.
Bajé a la cocina a tomarme una tila,
volvieron a sonar los golpes, puse atención y escucho a Maruja dándome voces.
¿Vamos, qué haces sin arreglar?, -no
habíamos que dado a esta hora para ir a dar una vuelta.
Buenas tarde amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario