Los vecinos
dormían plácidamente, pero los sucesos llegan sin avisar.
Esa noche en un
día de los años cuarenta y cinco o, cincuenta los habitantes se fueron a la
cama con la tripa casi vacía, menos mal que los ruidos que salen de ellas
cuando; falta pan, el recto viven lejos para oír como suenan. Esa noche fue algo
especial. Sobre las dos de la madrugada se oía el ruido de un avión merodeando
la barriada. Los habitantes se percataron un peligro cercano, pero el miedo les
hizo ser prudentes y refugiados en sus pocas mantas esperaron.
El sonido de
los motores de un avión, cada vez más apagado voló hasta quedarse sin ruidos. Un
gran estruendo sacudió una honda sonora que alcanzó todo Cáceres. Los más atrevidos
empezaron a salir de sus casas para curiosear. Al salir a la calle algunos habían
visto como el avión se dirigía a la zona
cerca del regato Guadiloba, (hoy el embalse del agua potable) Cerca se encontraba
una casa de campo llamada “La casa pintá” La policía empezaba a pasar con sus coches
y los vecinos intuyeron que el avión se había estrellado.
Todo el pueblo salió
en busca de aventura a ver qué encontraban entre los restos de dicho aparato. Buscaban
el tan preciado tesoro que sus pasajeros pudieran llevar. Corrían en dirección al regato.
Lo primero que buscaron
entre las pertenencias de los pasajeros era dinero o, joyas, pero ni el dinero ni las joyas apareció,
allí solo estaban los restos del avión esparcidos por el campo. La desilusión fue
grande allí no había más que chatarra del avión, si había algo, ya había desaparecido.
¡Qué desilusión!
al comprobar que solo pudieron vender la chatarra y los poco que vieron que el dinero
estaba el vender el avión trozo a, trozo fueron los que sacaron algo.
La canción que se
escuchó mucho tiempo.
Anoche a las dos
calló un avión, y fue a parar a la casa pintá.
5-6-2018
Joaqui
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