Pleno mes de agosto del año 1955. El pueblo dormía a piernas sueltas. Los
gatos se encargaban de despertar con sus maullar ruidoso.
A mitad de la noche las campanas
sonaban con toda sus fuerzas, el pueblo entero acudió a su encuentro. Todos en
la puerta de la iglesia esperando al cura que diera la inoportuna noticia,
noticia triste que desveló; al “tío” Sandalio se le está quemando la cosecha.
Todos en tropel y sin mirar rencores llegaron al lugar. Allí estaban las dos
cadenas humanas, desde la fuente a casa del seños Sandalio.
La fuente estaba cerca y los cubos corrían de mano en mano sin apenas
descanso. Pero el granero estaba a rebosar de los productos guardados para toda la familia. Allí lloraban hasta los más enemigos. Ellos sabían el esfuerzo
para sacar la cosecha adelantes y que quede en nada. Todo un año de trabajo y en apenas unas horas, convertirlo en ceniza. ¡Y no solo la cosecha! La casa con todo dentro. En
esas circunstancias es cuando se ve el cariño de familia y la solidaridad de
los vecinos. Los días siguientes el pueblo se volcó ayudando en lo que podía.
¡Claro que en los años cincuenta!, poco dinero había en los bolsillos. Recuerdo que María Sandín; con quien
vivíamos en Hoyos, (Cáceres) le
llevó diez pesetas y unos trozos de jabón. Lo agradecida que quedó la mujer del
“tío” Sandalio con sus diez pesetas y los trozos de jabón. Recuerdos de mi
niñez a mi paso por Hoyos.
Y todo por culpa de gato; se comentaba, que el gato dormía cerca del
hogar; que por entonces, era una piedra en el suelo cuadra especie de cantería
y en medio se ponía los leños y en la trébede apoyaban las sartenes y pucheros
de barro para guisar. El
gato dormía cerca y pudo ser él el que llevó el fuego al pajar.
8-6-2018 Joaqui.
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