El sol estaba radiantes,
al terminad el desayuno hemos quedado para ir a ver el material a casa de la
señora Candela. La señora Candela tenía una tienda de la cual servía a toda la
comarca de Extremadura, ella se encarga de visitar las fábricas y traer lo más
novedoso que para ello tiene mucho gusto. Al llegar nos recibió con la
amabilidad que la caracteriza. Candela ha sido una mujer de mundo, ha vivido en
París y de allí vino para quedarse. Allí aprendió el conocer los lugares
destacado de la industria textil.
De ello conocía la
mercancía que florecía en Béjar.
El siglo XIX
con el estallido de la revolución industrial la producción textil aumentó notablemente, y
con ella la estabilidad socioeconómica de la ciudad. El uso de máquinas
especializadas, que agilizaron el proceso de producción, permitió que el
mercado textil bejarano se extendiera a los pueblos cerca de Béjar y
pudiera competir en el mercado textil junto a las grandes industrias.
Candela cada temporada viajaba a Béjar para trae lo más
nuevo y venían de todos los pueblos a abastecerse.
Nos obsequió con un café, terminado nos pasó al salón
donde nos deslumbró con lar maravillosas telas. A cada cual era más bonita.
Los linos, sedas, Lanas, cáñamo, panas, un sinfín de
muestras que era difícil elegir. Candela nos oriento para no elegir prendas
equivocadas; según la época.
Al final nos decidimos por el algodón.
Algodón suave y agradable al tacto. Laura eligió un verde
claro, yo, por un granate.
Los vestidos las harían las costureras que estaban en el
taller de Candela. Candela era maestra de la costura.
Caminamos de casa comentamos sobre Candela. Candela tenía
una amiga viviendo con ella y el pueblo hablaba del acercamiento de las dos. A Candela
el chismorreo no le importaba. Candela era libre. Ella seguía su vida feliz y contenta
la envidia estaba servida.
29-6-2018 Joaqui.
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