Sentada en el sillón de
mamá esa tarde no dejaba de pensar en la dificultad de bajar la escalera.
Estaba obsesionada por el mero hecho de pensar que con el tiempo cada vez sería
peor. Estuve gestionando con el “tío” Jerónimo el traslado del baúl a la parte
de arriba del desván. Tenía plena confianza en él, pues éramos amigos desde
niños, siempre estuvo enamorado de mí y
la amistad la hemos mantenido con una
buena relación. Claro que Jerónimo también es mayor y dudaba de que fuese capaz
de trasladarlo él solo.
Un día se presento
temprano y con su ayuda bajamos al
sótano. Al llegar abajo y buscar las llaves, nos dimos cuenta que la habíamos
quedado en la mesa del comedor. Subimos y guardadas las llaves en el bolsillo
le invité a tomar un café Jerónimo acepto de buen grado. Todo se fue dilatando,
las horas pasaban y al caer la noche Jerónimo tuvo que marcharse, quedamos para
otro día.
21-6-2018
Joaqui
No hay comentarios:
Publicar un comentario