La barriada se encontraba en
fiestas. Todos bailando y bebiendo un vaso de vino de vez en cuando.
La noche prometía risas y
jolgorio. Pero un vecino dio la voz de
que en las garitas de la cárcel se escuchaban peleas y fuerte murmullo.
Avisaron a los músicos que dejaran de tocar el acordeón para escuchar mejor.
Al rato unos tiros helaron
al personal y empezaron a caminar hacia sus casas. En pocos segundos quedó la
calle desierta. Unos guardias entraban en la calle; fusil en mano, Papá que
había organizado la fiesta fue el único que salió a ver qué pasaba. Los
guardias no dieron explicaciones se dirigieron a él y le obligaron a cerrar.
La mañana siguiente el
comentario estaba servido. Un preso se había escapado y murió en el intento.
Al parecer era pariente del
los familiares del número 27. Los vecinos al enterarse fueron a darles el
pésame.
Así eran los vecinos de
antes.
7-6-2018 Joaqui.
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