Hoy he vuelto a hacer una visita a Consuelo, así se llama
la señora que vive en la Calle Sande.
Su soledad me preocupa y cuando puedo, paso a saludarla me cae de paso. Le he llevado un
poco de fruta y unas botellas de agua.
Amablemente me ha recibido. Me invita a tomar el café en
el patio; -no, hoy tomamos agua y fruta,
me mira seria y le digo, -ayer invitó Ud. Y hoy me toca a mí. Se ríe y me coge
de la mano, atravesamos el largo pasillo
hasta llegar al final de la casa, allí se encuentra el patio el abandono es
igual que toda la vivienda. En unas sillas de Enea viejas y destartaladas me
invita a compartir el agua.
¿-No hay ninguna vecina que le haga compañía?
–No, Todas se han
ido marchando unas al más allá, otras con los hijos, algunas veces vienen pero
no como antes. -Esto lo dice con tristeza.
-El otro día me extraño la edad de sur hermanos, ¿Ud. se
lleva muchos años con ellos? -¡Claro, ellos son hermanos de padre!, cuando mi
madre murió mi padre se casó con Alicia una mujer más joven que él y de ese
matrimonio nacieron tres hijos Juan, Bartolomé y Santiago, a Juan se lo llevó
una hermana suya al extranjero y no hemos vuelto a saber de él, los otros dos
siguen cerca de mí. Aunque parezca mentira ellos son lo único que tengo. Iban pasando las horas entre ellas me iba contando anécdotas de su familia, el rostro se le iluminaba al hablar de su madre ella era el motor de la casa, cuenta que una larga enfermedad la postró en cama hasta sus últimos días,
–La
voy a tener que dejar se me está haciendo tarde cuando pase entraré a
saludarla.
-Buenos días Consuelo, -hasta otro día amiga.
Me despide en la puerta allí se queda con su soledad.
28-7-2018
Joaqui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario