Se les pueden
llamar como quiera, ¿pero vacaciones? Bueno. Allá, en aquellos años embarcamos
una familia con nuestros tres hijos y con
ganas de conocer un mundo desconocido. Nos llevamos a los suegros, los cuñados
el hermano de mi suegro, su esposa y su hija. Camino de Punta Umbría. (Cádiz). Nosotros en
nuestro flamante seiscientos color azul oscuro. No sé como él pobre aguantó
tanto peso iba hasta la bandera; ¡Aguantó!.
A mitad del
camino nos encontramos con el depósito de gasolina a cero. Pleno agosto, en
medio de la carretera. Por allí no pasó ni un alma, tirados en medio de ese
desierto. Estuvimos horas hasta que uno de los coches se acercó a una
gasolinera.
El famoso
seiscientos en él no cabían ni nuestros pie.
Llegando al
destino nos encontramos un apartamento con dos habitaciones cocina y un
hermoso comedor. Lo mejor era una terraza que daba al mar, allí pasamos las
mejores horas.
Distribuimos
las cargas de trabajo. Mi suegra se encargó de ello. Ella, la
casa, mi cuñada los niños y a mí me encasquetó las comidas; ella la cocina no
le gustaba. Hasta hay bien. El hermano de mi suegro estaba en el apartamento
contiguo.
El problema no
era la convivencia la verdad no había problemas. ¡Los
hombres! Bueno, en aquellos años, nada.
Los problemas
empezaron a surgir cuando tuvimos que sacar los bártulos del coche. La olla,
sartenes, lentejas aceite, medio saco de patatas, buenooo, el pedido de todo lo
que se suponía que íbamos a necesitar. Nuestras intenciones era no gastar ni un
céntimo por no gastar hasta el aperitivo se iba mi cuñado a la playa a coger
coquinas (Almejas pequeñas) El pan era lo único que se compraba, ¡Y, por qué se
pone duro, si no!
Un día
prepararon un viaje a Palos de Moguer,
allí vivía una sobrina de mi suegro, todos rumbo al pueblo con el cocido en la
famosa olla a presión y una tortilla de
patatas. Al llegar se enfadaron al ver la comida ellos tenía preparado la
suya. Llegó la hora de la comida, y la sorpresa fue mayúscula. Nos tenían
preparado un baño de caracoles. ¡Madre! En mi vida había visto tanto bicho
junto. Gracias a la tortilla y el cocido pudimos aliviar el hambre.
Nos llevaron a
ves la Gruta de las Maravillas Eso si fue un gran acierto nunca habíamos visto
nada igual, La Rábida, y el pueblo, por fin las vacaciones salieron de lo
normal.
Las Gruta,
como su nombre indica; una maravilla.
La gran
extensión de sus lagos, la abundancia y variedad de formaciones, de ello hacen
de este complejo subterráneo el conjunto de gran belleza y vistosidad.
Descubiertas a
finales del XIX en 1914. Se abre al público como la primera cueva turística de
España.
Las
formaciones de Estalastitas y Estalagmitas. Todo un mundo de persistencia del
agua. Las piedras y el tiempo han ido formando para el recreo y la imaginación
del hombre. La magia del lugar quedará de por vida en nuestra retina y guardado
con celo en nuestra mente.
El problema se
presentó cuando hubo que pagar la entrada. Los hombre que todo lo decidían,
dudaron en gastarse unas pesetas. Después de mucho debatir; al final se
consiguió.
Hoy visto
desde internet, la belleza es aún mayor
esta mejor cuidado e iluminado.
Terminamos la
visita quedando para comernos una paella en los apartamentos de Punta Umbría.
Quedado el día y la forma de comprar los mariscos.
Se apuntaba de
todo, langostinos, calamares, gambas, rape, en fin, todo lo necesario para que
nos luciésemos.
Ahí, quedo la
cosa, apuntado en el papel que luego se llevaría el viento. Todos tan generoso
oh, la falta de dinero hacia que en lo primordial fallase el personal.
Desde Palos de Moguer se encargarían de traerlo. El
día señalado. Pasaron las horas y nadie se presentó. A dar la hora de
comer se tuvo que preparar unas sopas y
huevos fritos.
No hay que
echarle las culpas a nadie de todos es sabido que cuando falta dinero en el
bolsillo se esconde el personal.
Pasaban los
días y estábamos encantados playa, paseos y disfrutar de un entono nada
habitual.
Una noche vino
una hija del hermano de mi suegro y propusieron que se cenase en un
chiringuito de la playa. Allí nos fuimos las cuatro familias con sus
correspondientes hijos. Pescadito frito y una ensalada. Todo nos perecía
carísimo aguantamos el chaparrón y nadie dijo, ¡Bueno, esto no es cena ni
nada! Cuando llegamos a casa, tuvimos que tirar del queso y la patatera.
¡Eso sí! Nos
reímos “lo nuestro”, Preguntando. ¿Quién se ha comido el calamar que me tocaba?
¿Y, la lechuga, sino la he visto? Tuvimos risas para el resto de las
vacaciones.
Lo malo fue
cuando cambió el tiempo. A medidas que el sol iba desapareciendo empezaban a
aparecer mosquitos; qué angustias, allí no había quien parase.
El día
siguiente una de las familias que estaban en otro apartamento nos encontramos
en la playa, y comentaron que ellos se marchaban después de comer, ella decía.
Me han picado los mosquitos en todas parte del cuerpo y solo les queda
picarme entre uña y carne.
Ni en la
calle ni en casa nos dejaban descansar. La terraza solo era para el desayuno.
Mucho que
contar de las primeras vacaciones. Pobres pero con buena compañía son
extraordinarias.
21-7-2017 Joaqui.
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