Los días pasaban y la preocupación seguía en aumento.
Gertrudis con su enfermedad no levantaba cabeza. Un día y otro hablábamos por
teléfono y siempre comentaba que lo suyo era para largo. Cada vez me quedaba más
preocupada.
Pasaban los días pensando cual sería mi decisión.
¡De dinero no estaba holgada! Pensaba que Gertrudis me
necesitaba a su lado.
Decidí marcharme en tren desde Cáceres a su tierra, ¡allá
por el norte!; estaba lejos. Carretera y maleta en mano empezamos la marcha. Mi
esposo siempre decía, “no me fío de ella siempre le ha gustado hacerse la
víctima”. El tren estaba lleno los pasajeros cada uno acomodados en sus
asientos.
A eso de medio día empezaron a des liarse los bocadillos
de patatera, y tortilla de patatas envueltos en papel de periódicos, “por
entonces” no importaba que los alimentos se llenasen de la tinta del periódico.
Solo quedaba compartir el piporro del
agua, ¡se decía!, ¿si gusta? Pero antes de que el otro respondiese ya
estaban mordiendo con ganas el hermoso bocadillo.
Todo el día en el tren después de hacer trasbordo en
Madrid.
Llegamos Jijón allí nos esperaba Agapito “marido de
Gertrudis” Todos contentos la velada era recordar nuestros días de la niñez.
Llegamos molidos del viaje no esperaba una acogida tan calurosa, besos y palabras
bonitas fue lo único que salió de la boca de mis primos.
A la mañana siguientes después del desayuno Gertrudis se
puso su bañados de flores marrón y negro, antes de marcharse me dijo, -estoy
muy contenta de que hayáis venido, esta mañana no puedo quedarme contigo, he
quedado con mis hermanas para ir a la playa el médico dice que me vendrá muy
bien los baños y el sol, cuando venga hablamos de lo que haremos los días
venideros. ¡Ah! Ahí te dejo las cosas para que hagas la comida; somos siete
contando con Carmen y Julia.
Mis ojos lloraron de tanta rabia como sentí no pude imaginar
sus deseos con mis buenas intenciones.
Las maletas sin deshacer volvieron a recorrer el trayecto
del día anterior.
7-7-2018 Joaqui.
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