Paula y Eugenia
camino del colegio iban contentas con sus vestidos nuevos y las sandalias
blancas. Antonia les había preparado el ramo de flores de su jardín. Estábamos en
el mes de mayo y los jardines resplandecen lleno de flores. A mamá le daba pena
cortar las rosas después de cuidarlas pero eran para la Virgen; no le importó.
La noche antes había
estado lloviendo, el día salió soleado. Ellas iban contentas con su ramo, las niñas
estaban a ver quien llevaba las flores más bonitas pensaban; esté vez no hay quien
nos gane.
Paula y Eugenia camino
del colegio a reunirse con doña Julia “la maestra” y el resto de las niñas. Todas
en grupo caminando a Santiago de los Caballero
Dos
son sus puertas de acceso, situadas enfrentadas entre sí y ubicadas cercanas a
los pies del templo, una abierta en el muro de la Epístola y la otra en el muro
del Evangelio.
El grupo llegó a la Plazuela de Santiago. Está estaba llena
de charcos y barro. Trabajo les costó sortearlos hasta llegar a la entrada, los
zapatos fueron perdiendo su brillo. Cerca
de la puerta con las ansias de dejar el malestar del pavimento Paula alargó sus
pies y cayó al suelo salpicado a las compañeras, con el ramo en el suelo mirando
el panorama que se le había presentado, su reacción fue echarse a reír contagiando
a todas las demás.
Después de pasárselo en grande fueron al jardín de la calle
cogiendo rosas que entregaron a la Virgen.
3-7-2018
Joaqui.
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