miércoles, 18 de julio de 2018

El secreto del baúl 11




Sábado once de julio Rosa y Paula se preparaban para ir al entierro del seños Pablo; Vecino del pueblo. Pablo fue un hombre lleno de misterios sus hijos y esposa no tenían contacto con nadie del entorno. Él vivía una vida de ocultismo incluso con la familia. En sus tierras trabajaban solo ellos. Un día pasó por el pueblo un forastero que quiso casarse con “Rosalía una de sus hijas” como por arte de magia desapareció sin dejar rastro, los vecinos contaban que esa muerte estaba ligada a los ocurridos años antes. No era la primera vez que los forasteros no se volvían a ver.
Tenía buenas tierras y suficiente terreno para un gran cementerio. Todos sospechaban que algo raro pasaba a todo el que pasaba por allí.
En la iglesia poco personal. La señora Carmen miraba el féretro sin pena alguna, petra la hija mayor miraba al techo deseando que todo terminase pronto.
A los pocos días de su muerte la familia se marchó de madrugada dejando sus tierras al alcalde para que las diera a quien las trabajase; con una condición, -el sendero que une el prado con la Ermita de la Soledad sea siempre un camino sin labrar. El alcalde le extraño dicha petición pues por él pasaba un regato que vendría muy bien para huertas. El alcalde con el tiempo se fue olvidando de los deseos de Carmen. Ese invierno llovió copiosamente y el regato estaba a rebosar. Olvidándose de las promesas que hizo a Carmen, ofreció el terreno a los labriegos parcelando,  para que hubiese más personal en las tierras.
Las tierras los primeros meses mostraban resistencia incluso a las máquinas pero el hombre es tenaz  y con mañas y paciencia se consigue lo que se quiere.
Las tierras eran ricas y había que sacar buenas cosechas. Con ayuda de expertos plantaron cosechas nuevas de las que no se habían visto en el pueblo y decidieron plantar árboles frutales exóticos.
Alrededor de las parcelar se sembraron  decorando la tierra. De ello surgió la idea de explotar la belleza atrayendo caravanas de excursionistas de todos los lugares de España.
Y en los restaurantes del pueblo se servían las frutas que daban las tierras.
Contentos se marchaban al comprobar lo bien que se pasaba comiendo dichas frutas.
Algunos vecinos del pueblo decían ese efecto es cosa de los huesos de los muertos enterrados ahí.
                                      11-7-2018   Joaqui.     

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