Sábado once de julio Rosa y Paula se preparaban para ir
al entierro del seños Pablo; Vecino del pueblo. Pablo fue un hombre lleno de
misterios sus hijos y esposa no tenían contacto con nadie del entorno. Él vivía
una vida de ocultismo incluso con la familia. En sus tierras trabajaban solo
ellos. Un día pasó por el pueblo un forastero que quiso casarse con “Rosalía
una de sus hijas” como por arte de magia desapareció sin dejar rastro, los
vecinos contaban que esa muerte estaba ligada a los ocurridos años antes. No
era la primera vez que los forasteros no se volvían a ver.
Tenía buenas tierras y suficiente terreno para un gran
cementerio. Todos sospechaban que algo raro pasaba a todo el que pasaba por
allí.
En la iglesia poco personal. La señora Carmen miraba el
féretro sin pena alguna, petra la hija mayor miraba al techo deseando que todo
terminase pronto.
A los pocos días de su muerte la familia se marchó de
madrugada dejando sus tierras al alcalde para que las diera a quien las
trabajase; con una condición, -el sendero que une el prado con la Ermita de la
Soledad sea siempre un camino sin labrar. El alcalde le extraño dicha petición
pues por él pasaba un regato que vendría muy bien para huertas. El alcalde con
el tiempo se fue olvidando de los deseos de Carmen. Ese invierno llovió
copiosamente y el regato estaba a rebosar. Olvidándose de las promesas que hizo
a Carmen, ofreció el terreno a los labriegos parcelando, para que hubiese más personal en las tierras.
Las tierras los primeros meses mostraban resistencia
incluso a las máquinas pero el hombre es tenaz y con mañas y
paciencia se consigue lo que se quiere.
Las tierras eran ricas y había que sacar buenas cosechas.
Con ayuda de expertos plantaron cosechas nuevas de las que no se habían visto
en el pueblo y decidieron plantar árboles frutales exóticos.
Alrededor de las parcelar se sembraron decorando la tierra. De ello surgió la idea
de explotar la belleza atrayendo caravanas de excursionistas de todos los
lugares de España.
Y en los restaurantes del pueblo se servían las frutas
que daban las tierras.
Contentos se marchaban al comprobar lo bien que se pasaba
comiendo dichas frutas.
Algunos vecinos del pueblo decían ese efecto es cosa de
los huesos de los muertos enterrados ahí.
11-7-2018 Joaqui.
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