Recordando viejas andadas de papá, nunca supe si era
verdad o la imaginación le superaba.
Una noche alrededor del brasero nos contó una de sus
andaduras para atravesar la frontera en tiempo de guerra. Portugal estaba cerca
y el estraperlo era el medio de sobrevivir de muchas familias. Por las noches
se jugaban la vida entre peñas y arbustos. Los más afortunados conseguían pasar
la mercancía, otros fueron cogidos y llevados a la cárcel.
Una de las noches se encontró con unos que decían ser los
amos de dichas tierra. Les dieron el alto fusil en mano. -Para pasar esta
frontera hay que dejar algo en prenda y a la vuelta se recoge, la condición es
que tiene que ser algo personal. –Si no hay otra forma les dejo la camisa, -no,
eso no es suficiente, -bueno le dejo un zapato, -no, el zapato estaría bien
pero con el pies dentro.-Sí, esas son las condiciones.
O, cualquier trozo de su cuerpo, una mano, el brazo, la
nariz,-madre que disparate, -de disparate nada todos los que pasan por esta
zona cumplen las normas, y si en un tiempo no dan señales de vida, la vendemos
y sacamos el jornal. -Vamos a ver, ¿Qué suelen quedar? – Eso es muy personal, casi
siempre dejan un ojo,-¡Un ojo! -Sí, un ojo. Pero no se preocupe a la vuelta
tenemos unos médicos que reponen las piezas a la perfección y entonces es
cuando tienen que pagar dichos servicios.
-Por esas normas pagamos ahora. –No se puede pagar porque
nunca sabemos cuántos dura el trabajo y hasta que no se acaba…
5-7-2018 Joaqui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario