Ellos nos transportan a revivir el pasado familiar, a
veces nos parecen tan reales que los sigues viendo como cuando estaban a tu
lado.
Al despertar añoras que la lejanía no te permite seguir
soñando es cuando en ese momento retienes el sueño por ver si aparecen, pero
no, ellos se fueron.
Esta noche he viajado al lado de mamá con mis hermanas,
íbamos en un seiscientos conducido por Antonia –Mi madre.
Papá nos esperaba en las inmediaciones de la iglesia de
San Mateos con el resto de los parientes. Subimos por la Calle Caleros hasta
llegar al Puente de San Francisco. Seguimos el Camino Llano hasta la plazuela
de San Juan. Bajamos por la Gran Vía cruzamos la Plaza Mayor camino de el Arco
de la Estrella. Rodeando la muralla por la derecha hasta llegar a la Puerta de
Mérida, y a la izquierda la Calle Ancha y por fin entramos en la Plaza de San
Mateos.
Papá estaba desesperado por la tardanza. Al bajar del
coche empezó a llover.
Nos sentamos en la último banco la misa estaba a punto de
terminar.
Acabada la ceremonia empezamos a buscar a los parientes y
por mucho que mirábamos allí no había nadie conocido, aparte de nosotras todo
eran personajes extraños gente de otros lugares. Antonia preguntó ¿Quién tiene
la invitación? María la sacó del bolso y empezando a leer.
Al rato dijo. ¡Bueno! ya que estamos en la calle vamos a
comer.
Pasamos un día muy agradable.
10-7-2018
Joaqui.
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