Mariela
es una mujer, ¡cómo tantas otras!
Siempre a las órdenes del marido. Nunca da un paso sin su permiso, y, ¡qué no
se le ocurra! Porque ya está la bronca en danza, y aunque no lo hiciera, igual,
el caso es estar siempre bajo su mando.
Hace
unos días Narciso ha sido llamado para el gran viaje, Mariela se ha quedado
sola.
En
el velatorio, le notaba la ausencia de pena. Anduvo de un lado para otro sin
rumbo fijo, hablando de cosas simples. Una vez llegó a decir, -mañana tengo que
comprar una botella de vino, se me ha acabado. Saludaba a las familias y amigos
como si estuviese en babia. Todo transcurrió rápido.
Pocos
días pasó encerrada en casa, en su caso, las penas las aireó como la ropas del
marido. La sacó al balcón y allí el viento del norte se llevo lo poco que
quedaba de Narciso.
Pasado un tiempo encuentro a Mariela en los
grades almacenes, comprando unos pantalones. Me extrañó, pues, ella no usaba
estas prendas. Después del saludo, me invito a que le acompañase a comprar el
resto de las prendas. Terminadas las compras nos fuimos la cafetería, pedí un
helado, Mariela, Ginebra con hielo.
No salía de mi asombro, ¡está no es ella! Allí
empezó a contar sin darme tregua a seguirla, la miraba y escuchaba ¡Por cierto,
Nunca la vi tan parlanchina! Quedamos para el día siguientes.
Cuando
dieron las doce del medio día, que era la hora que quedamos. Iba con el pantalón negro que se había comprado, le sentaba muy bien, jerséy transparentes color blanco, y zapatos
de tacón, color rojos. La transformación era total. De vestir siempre de oscuro,
faldas y zapatos bajos el cambio era asombroso. Estaba muy guapa.
Cuando llegó, la miraba asombrada y dijo. –Bueno
ahora visto como a mí me gusta antes me vestía como mi marido me ordenaba y, ¡con
otra! Ahora veo todas las noches la tele. Antes, el mando lo tenía entre sus manos
y solo se veía lo que a él le gustaba. Es por lo único que estoy contenta, ya es
hora que el mando lo tenga yo.
3-7-2017
Joaqui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario