lunes, 3 de julio de 2017

Mariela


Mariela es una mujer, ¡cómo tantas  otras! Siempre a las órdenes del marido. Nunca da un paso sin su permiso, y, ¡qué no se le ocurra! Porque ya está la bronca en danza, y aunque no lo hiciera, igual, el caso es estar siempre bajo su mando.
Hace unos días Narciso ha sido llamado para el gran viaje, Mariela se ha quedado sola.
En el velatorio, le notaba la ausencia de pena. Anduvo de un lado para otro sin rumbo fijo, hablando de cosas simples. Una vez llegó a decir, -mañana tengo que comprar una botella de vino, se me ha acabado. Saludaba a las familias y amigos como si estuviese en babia. Todo transcurrió rápido.
Pocos días pasó encerrada en casa, en su caso, las penas las aireó como la ropas del marido. La sacó al balcón y allí el viento del norte se llevo lo poco que quedaba de Narciso.
 Pasado un tiempo encuentro a Mariela en los grades almacenes, comprando unos pantalones. Me extrañó, pues, ella no usaba estas prendas. Después del saludo, me invito a que le acompañase a comprar el resto de las prendas. Terminadas las compras nos fuimos la cafetería, pedí un helado, Mariela, Ginebra con hielo.
 No salía de mi asombro, ¡está no es ella! Allí empezó a contar sin darme tregua a seguirla, la miraba y escuchaba ¡Por cierto, Nunca la vi tan parlanchina! Quedamos para el día siguientes.
Cuando dieron las doce del medio día, que era la hora que quedamos.  Iba con el pantalón  negro que se había comprado, le sentaba muy bien, jerséy transparentes color blanco, y zapatos de tacón, color rojos. La transformación era total. De vestir siempre de oscuro, faldas y zapatos bajos el cambio era asombroso. Estaba muy guapa.
 Cuando llegó, la miraba asombrada y dijo. –Bueno ahora visto como a mí me gusta antes me vestía como mi marido me ordenaba y, ¡con otra! Ahora veo todas las noches la tele. Antes, el mando lo tenía entre sus manos y solo se veía lo que a él le gustaba. Es por lo único que estoy contenta, ya es hora que el mando lo tenga yo.
                            3-7-2017   Joaqui.

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