Ellos
nos inspiran lástima o, compasión, y no es para menos. La carencia de lo más
necesario para vivir.
Cuando
se ven en las calles de la ciudad, con sus caras lánguidas. Sientes que no
están ahí por gusto, y a muchos le dará vergüenza de mostrar su lado más débil.
Por ello, se suele colaborar en la medida que uno quiera. ¡Porque siempre se
puede algo más!
Esta
mañana me ha ocurrido un caso peculiar. A la entrada de una tienda de alimentación,
se encontraba un hombre pidiendo. Hombre joven, de unos cuarenta años, de
mediana estatura, Camisa de tela, pantalón corto y zapatillas de deportes.
Raído
de pelo, cuerpo redondo sin entrar en carnes. Al llegar a su lado, me ha pedido
una limosna. Mi respuesta ha sido. Cuando salga le traigo… Leche, legumbres,
aceite, o: Él me ha cortado diciendo,-no, tengo de todo eso, traiga. Un pollo
para comer hoy. Mi asombro no ha podido ser mayor.
Me
he acerco a él y le he repetido ¡Un pollo! –Sí, eso.
¿Es
esto normal? Nunca antes me había ocurrido tal cosa.
15-7-2017 Joaqui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario