Paseando las
calles de nuestra hermosa ciudad ocho de la mañana calles desiertas, la ciudad
empieza despacio no quiere molestar a los niños que en época de vacaciones
descansan.
He subido hasta Cánovas, me cuesta llegar
desde Montesol “barriada en la parte baja de Cáceres” Es una zona de nueva
construcción, las calles líniales; casi todas, la mayoría son personas
jóvenes y los niños en los parque alegran las horas que pasan en ellos.
Al llegar a
Cánovas el entorno es distante y triste allí no conoces a nadie hasta en el
aire se respira tristeza, tristeza o, añoranza de tiempos pasados. En nuestra
niñez y nuestra juventud ese parque era la gloria del pueblo, en él paseamos
nuestros cuerpos y mente despoblada de problemas, las horas pasaban riendo y si
una amiga llevaba una perra gorda éramos dichosas. Por ese dinero nos llenaban
el bolsillo de pipas; qué compartíamos sin rechistar, cuando se acababan
contemplábamos las fuentes y el personal
de camino a casa.
Allí estaban nuestras madres esperando para
darnos la merienda “pan con aceite y azúcar” no sabíamos que estábamos comiendo
algo exquisito que recordaremos de por vida.
A los cines no se podía ir; eso era para… Menos
mal que las amigas nunca echamos de menos dicha distracción. Al cine que íbamos
nos costaba poco era; Al Palacio Episcopal, allí el obispo reunía a la niñas y
en una sala con bancos de maderas; sin respaldo y altos que los pies no
llegaban al suelo. Al terminar de ver las películas; siempre de indios. Para mí
eran aburridas; ¡por qué una vez, vale!, pero todos los domingos; como qué no.
Nuestra juventud
pasó alegre y disfrutamos de cada momento, los días eran largos y lo único que
queríamos era hacernos mayor para echarnos novio y pasear cogidos de la mano
por esos jardines de Cánovas cargado de flores.
Hoy la primavera
la dejé a años luz y las amigas desaparecieron como la noche oscureciendo tu
mente, pero lo bueno es seguir caminado hasta el final del tune.
Buena tarde
amigos.
14-8-2018 Joaqui.
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