Sentada en el
patio bebiendo zumo de limón y disfrutando de la soledad y la noche, Mariela
contemplaba las estrellas. Aquella paz le relaja y la transportaba a días
maravillosos vividos con Narciso.
Pasada la media
noche decide irse a dormir, nunca estuvo tan pendiente de si las puertas están
cerradas o queda alguna ventana entre abierta. Sigilosa sube las escaleras para
no despertar a los vecinos, algunos duermen cerca en las casas contiguas.
El colchón es de
lana y da calor. Las vueltas se siguen unas a otras, el calor hace estragos.
Cansada de esperar el deseado sueño se incorpora y se sienta en el balcón.
Desde allí en la lejanía ve la claridad de las ventanas y las figuras del
personal abanicándose.
Mariela en ese
momento oye un ruido en la cocina, pensó; ¡ya está Tole “el gato” andando donde
no debe! Bajó a ver, al encender la luz observa que la taza favorita de Narciso
está hecha añicos. No podía creer que esto estuviera pasando. Narciso la estaba
vigilando, apagó la luz e hizo como si subiera la escalera, se volvió sigilosa
y al entrar en la cocina la sombra del marido salía con dirección al patio.
Mariela observaba atónita su reacción solo le producía miedo.
Él estaba de
espalda a ella la figura era borrosa Mariela no sabía si era de miedo o que
Narciso había vuelto para pedirle cuenta por dejar de entrar al “tío” Justo en
casa sin nadie presente.
Quedó rendida y
por la mañana se despertó sentada en una silla con la cabeza apoyada en la
mesa.
Al abrir los ojos
comprueba que en el centro de la mesa se encuentra un ramo de flores rojas
recién cortada dentro del jarrón que le regalo el día de su boda.
27-8-2018 Joaqui.
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