martes, 28 de agosto de 2018

La soledad de Mariela


                            
Sentada en el patio bebiendo zumo de limón y disfrutando de la soledad y la noche, Mariela contemplaba las estrellas. Aquella paz le relaja y la transportaba a días maravillosos vividos con Narciso.
Pasada la media noche decide irse a dormir, nunca estuvo tan pendiente de si las puertas están cerradas o queda alguna ventana entre abierta. Sigilosa sube las escaleras para no despertar a los vecinos, algunos duermen cerca en las casas contiguas.
El colchón es de lana y da calor. Las vueltas se siguen unas a otras, el calor hace estragos. Cansada de esperar el deseado sueño se incorpora y se sienta en el balcón. Desde allí en la lejanía ve la claridad de las ventanas y las figuras del personal abanicándose.
Mariela en ese momento oye un ruido en la cocina, pensó; ¡ya está Tole “el gato” andando donde no debe! Bajó a ver, al encender la luz observa que la taza favorita de Narciso está hecha añicos. No podía creer que esto estuviera pasando. Narciso la estaba vigilando, apagó la luz e hizo como si subiera la escalera, se volvió sigilosa y al entrar en la cocina la sombra del marido salía con dirección al patio. Mariela observaba atónita su reacción solo le producía miedo.
Él estaba de espalda a ella la figura era borrosa Mariela no sabía si era de miedo o que Narciso había vuelto para pedirle cuenta por dejar de entrar al “tío” Justo en casa sin nadie presente.
Quedó rendida y por la mañana se despertó sentada en una silla con la cabeza apoyada en la mesa.
Al abrir los ojos comprueba que en el centro de la mesa se encuentra un ramo de flores rojas recién cortada dentro del jarrón que le regalo el día de su boda.
                                                    27-8-2018  Joaqui.

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