La
compañía de Maruja y los amigos, Samuel y Evaristo era una bendición para mí
mente, ellos sabían conquistar y amar. Me dejaba llevar ¡Por la cuenta que me
tenía! A su lado pasaban las horas sin pensar en nada solo en divertirnos,
comer y beber. Por las noches al llegar al hotel ninguno atinaba entrar la
llave en la cerradura, todos nos reíamos pasando la llave de una mano a otra,
al final era el recepcionista el que se encargaba de abrir. La mitad de la
noche terminábamos unos en la habitación otros en el balcón, allí a cielo raso contemplando
las estrellas acostados en unas mantas hasta llegar la mañana. El sol con su
radiante luz nos obligaba a entrar a la alcoba, a veces nos negábamos a entrar y
con la sábana nos tapábamos hasta la cabeza y al no poder dormir terminábamos entrando
a despertar a Maruja, ella se enfada pero le duraba poco y cogiendo el bolso nos
marchábamos a desayunar.
Qué bonita
es la vida cuando los problemas no te afectan.
Buenas tardes
amigos.
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