Los días
iban pasando y los líos vecinales no faltaban. Esta mañana fui a buscar el pan,
y en la tahona me encontré con María; una chica que; en su tiempo trabajaba en
casa, la saludé y María me hizo un saludo muy distante, ¡me extrañó!, ella era
abierta y simpática. -¿María, hace mucho tiempo que no venías al pueblo?, sí,
así es, años hace que me marche con Amancio y me marché sin el consentimiento
de mis padres y, lo he pagado muy caro nunca han querido saber nada de mí. He
sido feliz con mi esposo pero una enfermedad se lo ha llevado prontos ¿te
acuerdas de cuando estuve sirviendo en tú casa? -¡Claro!, yo era muy pequeña y
recuerdo un día que estando con la abuela en el comedor, ella te pedía algo que
era suyo. Sí, me había entregado unas monedas para cambiarlas en el banco y el
banco no las aceptó, se las entregué a tu abuela, ese día estuve enferma y
desde entonces siempre tengo algo.
Ahora he
vuelto y vivo con mi tío Segundo; hermano de mí padre, y de algo hay que vivir. En el pueblo no me mira nadie, ¡para mí, eso
es lo menos importante! Lo que de verdad me duele, es el aislamiento con los míos
cuando los veo sufro ellos no saben el daño que me hacen.
Buenas
tardes amigos.
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