Dando
vueltas como desprenderme de las malditas monedas y no encontrar la solución,
hoy he estado pensando en ir a hablar con mi amiga Sabina, ella su padre es el
enterrador del pueblo, he pensado que en la próxima incineración voy a entrar
las monedas en un ataúd y entre las cenizas desaparecerán la pesadilla que
arrastro.
Sabina al
verme llegar me ha preguntado, ¿qué haces por aquí? ¿No es costumbre tuya el
acercarte a este lugar? –Sí, es verdad, vengo a pedirte un favor, mira estas
monedas me traen desgracias unas tras
otra y quiero deshacerme de ellas y, he pensado que en la próxima incineración
desaparezcan, ¿Y, por qué dices que están malditas? –Porque desde que están en
nuestro poder las desgracias no faltan, y convirtiéndolas en cenizas
desaparecerán para siempre.
¿Tú sabes
lo que me estás pidiendo? Si estas monedas las convertimos en cenizas y se
esparcen por el mundo, ¿a cuántas personas, campos, animales, les va a llegar
la desgracia? –Adelina no sabía que decir, ella solo había pensado en ella sin
saber hasta dónde se extendería el mal.
Adelina
pidió perdón a su amiga y caminó sin parar hasta llegar al cortijo del tío
Santiago qué sentados en el porche bebiendo agua fresca pasaron la tarde.
Buenas tardes amigos.
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