Hoy
he vuelto a hacer una visita a Consuelo, así se llama la señora que vive en la
Calle Sande.
Su
soledad me preocupa su casa me cae de paso. Le he llevado un poco de fruta y
unas botellas de agua.
Amablemente
me ha recibido. Me invita a tomar el café en el patio; -no, hoy tomamos agua y fruta, me mira seria y le
digo, -ayer invitó Ud. Y hoy me toca a mí. Se ríe y me coge de la mano, atravesamos el largo pasillo hasta llegar al
final de la casa, allí se encuentra el patio el abandono es igual que toda la
vivienda. En unas sillas de Enea viejas y destartaladas me invita a compartir
el agua.
¿-No
hay ninguna vecina que le haga compañía?
No, todas se han ido marchando unas al más allá, otras con los hijos algunas veces
vienen pero no como antes. -Esto lo dice con tristeza.
-El
otro día me extraño la edad de sur hermanos, ¿Ud. se lleva muchos años con
ellos? -Claro, ellos son hermanos de padre, cuando mi madre murió mi padre se
casó con Alicia una mujer más joven que él y de ese matrimonio nacieron tres
hijos Juan, Bartolo y Santiago, a Juan se lo llevó una hermana suya al
extranjero y no hemos vuelto a saber de él, los otros dos siguen cerca de mí.
Aunque parezca mentira ellos son lo único que tengo. –La voy a tener que dejar
se me está haciendo tarde, cuando pase entraré a saludarla.
-Buenos
días Consuelo, -hasta otro día amiga.
Me
despide en la puerta allí se queda con su soledad.
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