Navidad
La familia Piélago
Sarmiento, se disponían a pasar una velada juntos, Juana invitó a los hijos a
cenar. Ellos estaban casados, pero sus esposas no existirían, lo dejaron claro
cuando Juana les comunicó la noticia.
Juana, la madre.
Alejandro, hijo mayor.
Pablo.
Asunción y Carola.
Juana sabía que la noche sería tensa para
todos. pero con la esperanza de que se arreglasen las cosas, era su único
deseo.
Llovía, noche negra y
tormentosa, como la estancia misma. Querían arreglar las desavenencias
familiares, pero nadie estaba dispuesto a ceder.
Los barones, por llevar
toda la vida agarrado a las riendas, las hembras, por tener algo de justicia, y
por descontado…, algún dinero.
Juana, una mujer alta y
morena, con el pelo recogido atrás en la nuca, ahora consumida con el paso del
tiempo. Estaba sentada en la sala grande en su sillón verde oscuro, sillón
raído y viejo, el tiempo no perdona, el sillón fue el primero que entró en ese
cortijo. La chimenea estaba en todo su resplandor.
Asunción y Carola, en la
cocina preparando la cena.
Juana y sus hijas siempre
estuvieron a las órdenes de Casildo, su padre.
Casildo y los varones se
pasaron la vida en el campo, mientras ellas las mujeres, su trabajo era la
cocina, haciendo las comidas para todo el personal del cortijo.
Así, fueron pasando los
años. Nadie se atrevía a contradecir las órdenes del padre.
Pero la muerte de Casildo,
(inesperada por cierto), empezó a empeorar el ambiente. Él en el testamento, nombró
heredero de todos sus bienes a, Alejandro y Pablo, Carola y Asunción, solo les
dejo, (como siempre), en la cocina.
Era la obligación de las
mujeres…, en esos tiempos y los de siempre.
Asunción y Carola, estaban
muy incomodas y enfadadas, siempre a las órdenes de los hermanos, sin ser
reconocido su trabajo.
Esa noche se reunían para
darle una solución al asunto, por lo menos, intentarlo, Juana no estaba de
acuerdo, pero Carola y Asunción querían que esto se arreglase.
El primero en llegar fue
Alejandro. Saludo a su madre.
Seguido entró Pablo, dando grandes zancadas,
su semblante era tenso, pensaba para sus adentro, ¡qué pasará!
Besó a Juana y se sentó a
su lado. La conversaron era poco fluida.
Asunción y Carola en la
cocina ultimando la cena. Pasado un rato, ellas hicieron su aparición en la
sala, saludando a los hermanos solo, dando las buenas noches.
Todo lo que hicieron fue
para no entristecer a Juana.
Juana temía lo peor, así y
todo mando servir la cena. Carola se levantó yendo a la cocina, llevando en sus
manos una fuente con una tortilla de patatas, dijo, esto es lo que se cena en
esta casa.
Después un poco de fruta.
Partió Juana y fue sirviendo una porción.
Juana pregunto a Alejandro,
¿Qué tal van las tierras y el ganado?
No sabemos mucho de
vosotros aunque, cada día hay más ganado, eso está a la vista.
Alejandro contestó con
desgana, ¡Bien! Juana comentó, no eres muy explicito, me gustaría comentase
algo más, así, teniendo otra información no tendría que preguntar.
En ese momento, se levantó
Asunción, marchó a la cocina, trayendo el pan en un cesto, que soltó en la mesa
con desprecio. Juana, le llamó la atención,
¡Cómo quieres que esté delante de estos!
Alejandro se levantó muy
aireado, ¿Qué quieres decir? Demasiado sabes lo que pensamos.
Vosotros vivís como grandes
señores, como lo que sois y de nosotras… ¡Qué!
Existimos… ¡oh es que solo
servimos para trabajar! Y lo poco que recibimos de (NUESTRAS TIERRAS), sabéis
que tenemos la misma parte que vosotros, ¿O ES QUE LO HABÉIS OLVIDADO?
Sin nosotras, esas tierras nunca, nunca,
hubieran salido adelante. Se fraguaron con el sacrificio y trabajo de las
mujeres de la casa, ¿Y qué recibimos? Nada, estar todo el día a las órdenes
vuestras.
Con el añadido de no haber
podido formar un hogar, por estar atadas a la hacienda. Por ello ha llegado la
hora de arreglar nuestras vidas.
Estas son nuestras
condiciones:
Trabaja remos para nosotros
mismos.
Se reparte la finca y el
ganado; cada uno tendrá sus reses, el agua de la charca, (en común). Y las
casonas se dividirán a partes iguales.
Que vuestras mujeres,
lleven el peso de los trabaja dores a vuestras ordenes. Nosotras, llevaremos los
nuestro.
Vosotros tendréis vuestras
vidas, y de la nuestra, ya nos encargaremos nosotras...
Alejandro serio dice a su
madre, esto no puede estar pasando, siempre ha sido así, ¿por qué hay que cambiar’?
Juana sin levantar la voz.
Mira Alejandro, tus
hermanas están muy cansadas de trabajar y es de ley que tengan algo suyo.
Llegará el día que sean
viejas y, ¿entonces..? No tienen nada y esto es de todos.
Ellas han trabajado hasta quedar rendidas,
dando sus vidas por estas tierras, ¡igual que vosotros!, por ello debemos de
solucionarlo.
Espero que comprendáis sus
posturas.
Pablo dice, ¿Para esto nos
habéis invitado?
Carola se levanta y le
manda callar. Tú, te callas, que te tengo muchas ganas, desde el otro día que
te pedí dinero para compra un vestido para madre, y no quisiste dármelo… ¡TE
PARECE BONITO EL VESTIDO QUE LLEVA! Mientras tu mujer, se pone uno cada vez que
sale de casa.
Sin contar vuestra forma de
vida. ¿Os habéis preguntado cómo vivimos nosotras? (No lo queréis saber),
porque bien visible estamos.
Mientras la hacienda siga boyante
¿Para qué?, no interesa.
Seguía la discusión y cada vez los reproches
eran mayores, el vestidos, las viandas, las carnes del ganado que se mataba,
poca veían. Así, el tono cada vez en
aumento. Terminando en la pelea de Pablo y Carola.
Alejandro fue a separarlos y recibió un
manotazo de Carola.
Juana se echó a llorar
viendo como se derrumbaba la noche.
Asunción se puso en medio
de ellos, Vamos a ver. Aquí hemos venido
a solucionar esto, y lo vamos a solucionar.
Se parten las cosas como
hemos propuesto, y de hoy en adelantes no tendremos que pelear por nada.
Os damos un mes, para el reparto, a partir de
ese tiempo, nosotras, o tenemos lo dicho, o nos marchamos al pueblo vecino. Sabemos
trabajar y en cualquier cortijo seremos bien recibidas.
A, ¡de madre, no os
preocupéis!, con nosotras lleva toda la vida, seguirá igual.
Buenas noches… 19-07-2014 Joaqui.
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