El encuentro
Horas llevo esperando su llegada. Su silueta
se visó en Oriente. Llega a paso lento, sin prisa, nadie le manda, todos la
esperan, lo sabe, por ello se recrea en su poder. Su figura se acerca borrosa
pero inconfundible. Salí a buscarla ¡La
vi tan lejos! Me senté en un banco de la plaza. Pasó el señor Vicente,
Patricio, “el burro” rebuznó al pasar, le di los buenos días, me miró y siguió
caminando.
“Tío” Vicente se paró a beber un poco de
agua, el agua a esas horas está fresca.
¿Cómo estamos, Manuel? ¿Ya estas esperando?
Sí. Cuando llegue le saludas de mi parte. Lo haré, “Tío” Vicente, todas las
mañanas nos encontramos en el mismo lugar.
Vicente cuando era joven, su huerto daba
para comer medio pueblo; pero ahora las alforjas le vienen grandes. Él dice que
la tierra se ha cansado de servirle, y no se da cuenta que los años le van
ganando terreno.
Vi escondido en la esquina a Sebastián,
cuando desapareció Patricio, Vino corriendo a mi lado. Lo acaricie y le puse en
la boca un trozo de pan que guarde del desayuno.
Apareció Lola, mi compañera de todos los
días. Con ella la alegría casi, completa. ¿Nos vamos? ¿No? espera que llegue.
Luego nos iremos a la colina blanca, el
camino es largo y estrecho. Cuando llegue nos iluminará y andaremos mejor.
15-09-2014, Joaqui.
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