lunes, 29 de septiembre de 2014

Larga espera



                                         Larga espera

Lego, se levantó y un día más se sentó en su silla de piedra; la que tenía reservada hacía muchos años. Esta gastada, y sus trajes raídos ¡llevan tantos tiempos puestos!
Todos los días espera, tenía todo el tiempo para ello.
Pasaba el personal saludando, quitándose el sombreo. Algunos se paraban a conversar, pero la mayoría, seguía su camino, a ninguna parte, se cruzaban. Buenas tardes, buenas tarde Ambrosio, ¿vas lejos?, no, aquí, a la vuelta, hasta luego.
Recorriendo esas calles, vieron pasar niños, jóvenes, y los menos dolorosos los de su edad.
Un buen día llegó una cuadrilla de operarios del Ayuntamiento. Con ellos algunas máquinas y materiales para reponer el deterioro de la viejas paredes.
A Lego, le alegraron las horas. Fue preguntando entre los jóvenes, nadie le contestó.
El día siguiente la pared que estaba cerca del banco, la echaron abajo. Quedando al descubierto gran extensión de terreno. Al fondo la montaña iluminaba la vista de lego, esa montaña que tantas veces recorrió a pie.
Se levanto de su silla, echando andar. Entre las peñas y la vegetación, recordaba sus años de su niñez jugando con los amigos del barrio. Entre esas peñas y arbustos criaron a Cansí, (el borrego que su padre le compró) Cansí, comía las hierbas de la montaña, pero lo que más le gustaba era la zona de trébol.
Al lado de la fuente, después de beber, se dormía mientras Lego jugaba a las canicas con los amigos.
Lego pasó los años de la niñez, recorriendo esos terrenos. Las peñas y los árboles era lo más atractivo.
Cuando vio la posibilidad de echar a correr y dejar la silla, no lo pensó.     
Llegando a la montaña, desde lo más alto de ella, contempló el mundo que dejó de los vivos, de los cuales no volvió a saber de ellos.
Desde lo más alto, ve la torre de la iglesia en la que tantas veces tocó las campanas.                                    
                                                                         25-09-2014 Joaqui.

lunes, 22 de septiembre de 2014

El encuentro





El encuentro
Horas llevo esperando su llegada. Su silueta se visó en Oriente. Llega a paso lento, sin prisa, nadie le manda, todos la esperan, lo sabe, por ello se recrea en su poder. Su figura se acerca borrosa pero inconfundible.  Salí a buscarla ¡La vi tan lejos! Me senté en un banco de la plaza. Pasó el señor Vicente, Patricio, “el burro” rebuznó al pasar, le di los buenos días, me miró y siguió caminando.
“Tío” Vicente se paró a beber un poco de agua, el agua a esas horas está fresca.
¿Cómo estamos, Manuel? ¿Ya estas esperando? Sí. Cuando llegue le saludas de mi parte. Lo haré, “Tío” Vicente, todas las mañanas nos encontramos en el mismo lugar.
Vicente cuando era joven, su huerto daba para comer medio pueblo; pero ahora las alforjas le vienen grandes. Él dice que la tierra se ha cansado de servirle, y no se da cuenta que los años le van ganando terreno.
Vi escondido en la esquina a Sebastián, cuando desapareció Patricio, Vino corriendo a mi lado. Lo acaricie y le puse en la boca un trozo de pan que guarde del desayuno.
Apareció Lola, mi compañera de todos los días. Con ella la alegría casi, completa. ¿Nos vamos? ¿No? espera que llegue.
Luego nos iremos a la colina blanca, el camino es largo y estrecho. Cuando llegue nos iluminará y andaremos mejor.
                                           15-09-2014,      Joaqui.

Navidad



Navidad
La familia Piélago Sarmiento, se disponían a pasar una velada juntos, Juana invitó a los hijos a cenar. Ellos estaban casados, pero sus esposas no existirían, lo dejaron claro cuando Juana les comunicó la noticia.
Juana, la madre.
Alejandro, hijo mayor.
Pablo.
Asunción y Carola.
 Juana sabía que la noche sería tensa para todos. pero con la esperanza de que se arreglasen las cosas, era su único deseo.
Llovía, noche negra y tormentosa, como la estancia misma. Querían arreglar las desavenencias familiares, pero nadie estaba dispuesto a ceder.
Los barones, por llevar toda la vida agarrado a las riendas, las hembras, por tener algo de justicia, y por descontado…, algún dinero.
Juana, una mujer alta y morena, con el pelo recogido atrás en la nuca, ahora consumida con el paso del tiempo. Estaba sentada en la sala grande en su sillón verde oscuro, sillón raído y viejo, el tiempo no perdona, el sillón fue el primero que entró en ese cortijo. La chimenea estaba en todo su resplandor.  
Asunción y Carola, en la cocina preparando la cena.
Juana y sus hijas siempre estuvieron a las órdenes de Casildo, su padre.
Casildo y los varones se pasaron la vida en el campo, mientras ellas las mujeres, su trabajo era la cocina, haciendo las comidas para todo el personal del cortijo.
Así, fueron pasando los años. Nadie se atrevía a contradecir las órdenes del padre.
Pero la muerte de Casildo, (inesperada por cierto), empezó a empeorar el ambiente. Él en el testamento, nombró heredero de todos sus bienes a, Alejandro y Pablo, Carola y Asunción, solo les dejo, (como siempre), en la cocina.
Era la obligación de las mujeres…, en esos tiempos y los de siempre.
Asunción y Carola, estaban muy incomodas y enfadadas, siempre a las órdenes de los hermanos, sin ser reconocido su trabajo.
Esa noche se reunían para darle una solución al asunto, por lo menos, intentarlo, Juana no estaba de acuerdo, pero Carola y Asunción querían que esto se arreglase. 
El primero en llegar fue Alejandro. Saludo a su madre.
 Seguido entró Pablo, dando grandes zancadas, su semblante era tenso, pensaba para sus adentro, ¡qué pasará!
Besó a Juana y se sentó a su lado. La conversaron era poco fluida.
Asunción y Carola en la cocina ultimando la cena. Pasado un rato, ellas hicieron su aparición en la sala, saludando a los hermanos solo, dando las buenas noches.
Todo lo que hicieron fue para no entristecer a Juana.
Juana temía lo peor, así y todo mando servir la cena. Carola se levantó yendo a la cocina, llevando en sus manos una fuente con una tortilla de patatas, dijo, esto es lo que se cena en esta casa.
Después un poco de fruta.
 Partió Juana y fue sirviendo una porción.
Juana pregunto a Alejandro, ¿Qué tal van las tierras y el ganado?
No sabemos mucho de vosotros aunque, cada día hay más ganado, eso está a la vista.
Alejandro contestó con desgana, ¡Bien! Juana comentó, no eres muy explicito, me gustaría comentase algo más, así, teniendo otra información no tendría que preguntar.
En ese momento, se levantó Asunción, marchó a la cocina, trayendo el pan en un cesto, que soltó en la mesa con desprecio. Juana, le llamó la atención,
 ¡Cómo quieres que esté delante de estos!
Alejandro se levantó muy aireado, ¿Qué quieres decir? Demasiado sabes lo que pensamos.
Vosotros vivís como grandes señores, como lo que sois y de nosotras… ¡Qué! 
Existimos… ¡oh es que solo servimos para trabajar! Y lo poco que recibimos de (NUESTRAS TIERRAS), sabéis que tenemos la misma parte que vosotros, ¿O ES QUE LO HABÉIS OLVIDADO?
 Sin nosotras, esas tierras nunca, nunca, hubieran salido adelante. Se fraguaron con el sacrificio y trabajo de las mujeres de la casa, ¿Y qué recibimos? Nada, estar todo el día a las órdenes vuestras.
Con el añadido de no haber podido formar un hogar, por estar atadas a la hacienda. Por ello ha llegado la hora de arreglar nuestras vidas.

Estas son nuestras condiciones:
Trabaja remos para nosotros mismos.
Se reparte la finca y el ganado; cada uno tendrá sus reses, el agua de la charca, (en común). Y las casonas se dividirán a partes iguales.
Que vuestras mujeres, lleven el peso de los trabaja dores a vuestras ordenes. Nosotras, llevaremos los nuestro.
Vosotros tendréis vuestras vidas, y de la nuestra, ya nos encargaremos nosotras...
Alejandro serio dice a su madre, esto no puede estar pasando, siempre ha sido así, ¿por qué hay que cambiar’?
Juana sin levantar la voz.
Mira Alejandro, tus hermanas están muy cansadas de trabajar y es de ley que tengan algo suyo.
Llegará el día que sean viejas y, ¿entonces..? No tienen nada y esto es de todos.
 Ellas han trabajado hasta quedar rendidas, dando sus vidas por estas tierras, ¡igual que vosotros!, por ello debemos de solucionarlo.
Espero que comprendáis sus posturas.
Pablo dice, ¿Para esto nos habéis invitado?  
Carola se levanta y le manda callar. Tú, te callas, que te tengo muchas ganas, desde el otro día que te pedí dinero para compra un vestido para madre, y no quisiste dármelo… ¡TE PARECE BONITO EL VESTIDO QUE LLEVA! Mientras tu mujer, se pone uno cada vez que sale de casa.
Sin contar vuestra forma de vida. ¿Os habéis preguntado cómo vivimos nosotras? (No lo queréis saber), porque bien visible estamos.
Mientras la hacienda siga boyante ¿Para qué?, no interesa.
 Seguía la discusión y cada vez los reproches eran mayores, el vestidos, las viandas, las carnes del ganado que se mataba, poca veían.  Así, el tono cada vez en aumento. Terminando en la pelea de Pablo y Carola.
 Alejandro fue a separarlos y recibió un manotazo de Carola.
Juana se echó a llorar viendo como se derrumbaba la noche.
Asunción se puso en medio de ellos, Vamos a ver.  Aquí hemos venido a solucionar esto, y lo vamos a solucionar.
Se parten las cosas como hemos propuesto, y de hoy en adelantes no tendremos que pelear por nada.
 Os damos un mes, para el reparto, a partir de ese tiempo, nosotras, o tenemos lo dicho, o nos marchamos al pueblo vecino. Sabemos trabajar y en cualquier cortijo seremos bien recibidas.
A, ¡de madre, no os preocupéis!, con nosotras lleva toda la vida, seguirá igual.                 
 Buenas noches… 19-07-2014       Joaqui.

Juárez



Mirando la calle, Juárez
Abrió la puerta y sus pupilas temblaron. De nuevo la niebla que percibía sobre su cabeza la horrorizaba, cada vez la sentía más cerca.
Temblando retrocedió, Se quedo quieta, unas voces se oían fuertes, sus oídos se aguzaron.
Las voces se fueron acercando, conoció la voz de su vecina Julia, salió a la puerta. Julia venía acompañada de otras familias.
Salió a su encuentro. En ese momento veía el cuerpo de Carmen, hija de Julia, en brazos de su hermano Juan que con ayuda de su padre transportaba el cuerpo sin vida de Carmen.
Los sufrimientos son de todos. Cada día como en un juego de Damas, van cayendo los cuerpos de los habitantes de este país.
La tela de araña que cubre esa parte del mundo, esperan con grandes amarguras que esto acabe.
Cualquier rincón del mundo, donde hoy no se encuentra la paz.