La ventana
Grandes recuerdos. No
siempre es de agrade cimiento por el regalo de su luz.
¿Cuántas veces desde ella
hemos visto pasar de largo a ese mendigo?
Qué llamando a tu puerta lo dejas marchar sin ni siquiera preguntarle,
si ha comido ese día.
Ese viejecito que pasea en la calle, y lo
único que comentamos, ¡Cómo se ha puesto!
Los días de lluvia, sin mojarte. Ver pasar a
tu antiguo novio pasear del brazo de otra.
El otro día unos mendigos
llamaron a la puerta pidiendo limosna, una chica joven y guapa con su mamá.
Solo pedían comida. Las habían desahuciado.
¿Qué adelantamos en
entregarles una bolsa con un poco de alimentos?
Agosto cuatro de la tarde. La joven cansada de
pedir, y agotada por el calor, se sentó en medio de la calle.
A través de los cristales,
observamos cómo se movían las cortinas de la casa de enfrente, incluida la mía.
A nadie se le ocurrió salir y ofrecerle un poco de agua fría, quizás lo
hubiesen agradecido más que la comida.
Cuando una madre se marcha
al trabajo y ve en la ventana, llorar a su bebé, su parcha, es lo peor que
puede ver un niño. Los brazos de la abuela no suplantan los del ser que se
marcha.
Las cosas bonitas no pasan
por las calles, las ventanas solo sirven para no tropezar en casa.
Se podían ver hermosos
jardines, pero desgraciadamente eso es caro y con plantar unos árboles… Con las
manos de obra que tenemos en el PARO, se podían emplear en cuidarlos y hacer la
vida agradable. Para la vista y de paso que esas familias coman…
A veces, sería mejor sin ventanas. 12-08-2014 Joaqui.
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