Fue una bella mujer, su vida transcurrió entre algodones y
caprichosos.
En su juventud, los amigos la adoraban. Empezó a faltar el
dinero y estos los falsos amigos iban desapareciendo.
Fermina, ha llegó a la vejez, y su vida transcurría en la
más inmensa soledad. Cada mañana iba al mercado. Allí daba vueltas hasta que se
adueñaba de alguna pieza para comer.
Siempre llevaba un bolso colgado del brazo y al menor descuido
del dueño del puesto, se guardaba lo que tenía más cerca.
Una señora del mercado, la llevaba observando un tiempo, y
un día se acerco, y empezó a hablar con ella.
La invitó a un café, en ese encuentro, Mercedes le reprochó
su actitud y Fermina agachó la cabeza y le contó su vida.
─ ¿Ud.
Sabe lo que es la pobreza?
─ ¿No,
pero hay otras formas de vida?
─ ¿Dígame,
cuáles?
─ ¿Por
ejemplo, la familia?
─ ¡La
familia, no me haga reír!, esa es la peor de todas.
─ ¡Mala experiencia ha tenido!
Por las circunstancias; ya olvidadas, hoy soy una mujer que
vive de la caridad, o de adueñarme de lo que no es mío.
─ ¿Si Ud.,
quiere?, se viene a vivir a mí casa; eso sí, nada será gratis, tendrá que
ayudar en las tareas cotidianas y ¡por supuesto, dejar de robar!
─ ¿No, no me
conteste hoy?, quedamos para el lunes. Buenos días.
Joaquina Campón.
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