martes, 9 de abril de 2019

Mi tercera barriada







De ahí pasé a vivir en zona que no tenían nada que ver con la anterior. En la primera teníamos la suerte de tener campo donde correr y jugar en grandes espacio para correr y estar en la calle las horas sin que te aburrieses, nuestros juegos nunca tenían fin, La comba, tres en raya; con piedras, El clavo, Hilo Negro El Florón, en fin los juegos de entonces. Los chicos tenían sus juegos siempre distintos ellos eran muy brutos.

En la tercera casa con diez años, las horas de  juego fueron acortándose, mis padres pusieron un negocio y por suerte tenían quien sustituyese a mamá, pasamos de ser niñas ser mujeres de nuestra casa absorbiendo las tareas de mamá. Poco tiempo teníamos para juegos, entre la escuela y las tareas de casa. Nos fuimos haciendo mayores sin disfrutar el tiempo de la niñez.
¡Y para remate! Por esa época mamá nos llevó un taller de costura para aprender a coser. Allí hicimos mi hermana María y yo los primeros pinitos para llevar esas labores para el resto de la familia.
Los juegos quedaron en el olvido para siempre, la vida se fue complicando cada vez más y entrando en la juventud el ovillo no había quien lo desenredase.
De este barrio solo contar que estaba en la parte antigua de Cáceres, cerca de la Plaza Mayor, ese era un atractivo más destacable. La casa grande, el patio, lo mejor de todo.
De allí salimos todas para ir al lado de nuestro esposo del que siempre pensaba que era la liberación para el descanso y diversión; ¡qué va! De allí a currar con el trabajo doble por que la responsabilidad aún mayor.
¡Y, Gracias a Dios! No puedo quejarme es un hombre bueno aunque de las diversiones huye, ¡Qué le vamos hacer!

Buenas tarde amigos

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