¡Cómo ha cambiado el
pueblo sobre esta fiesta! Recuerdo en los años cincuenta era una de las fiestas
populares más concurridas y seguidas por los cacereños.
Nuestras madres nos
transmitían la ilusión de participar. Mamá compró las telas de lunares y tela blanca
para las enaguas. Entre mi hermana María y yo confeccionamos los vestidos y las
enaguas. Los vestidos de media capa que llegaban hasta los pies. Talle a la cintura
y la falda con sus correspondientes volantes. No faltaba de nada, traje, enaguas,
medias blancas de hilo, zapatos negros, mantón de manila, peineta roja y las famosas
castañuelas, pendientes de aro y el collar en rojo.
Las enaguas se almidonaban
y el resultado era dejarlas tiesas como el cuero curtido.
Ese día nos levantábamos
temprano y no parábamos hasta tener todo listo. Mamá en la cocina preparando las
comida típica de ese día; las berzas.
A medio día estábamos
medio Cáceres alrededor de la Ermita de San Blas, allí nos lucíamos la juventud
con los trajes típicos siempre había quien destacase por la belleza de los trajes
y las joyas.
Era tanta aglomeración
que en el cruce de Pinilla se ponían una pareja de guardias municipales para dar
paso a los cuatro coches, ¡qué por aquellos años pasaban!
Desde San Blas hasta
la cárcel vieja la carretera se llenaba por completo. ¡Aquello eran fiestas!, la
mayoría de la juventud lucíamos los refajos tan bonitos y las joyas.
Hoy te deprime el ir
al lugar. De aquello, no queda casi nada, hemos ido olvidando la fiesta nuestra que
con tanto cariño nos inculcaron nuestros padres.
Buenas tardes amigos.
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