lunes, 26 de noviembre de 2018

Noche de fiesta




Juan y Antonia se preparaban para ir al teatro. Esa noche sacaron del armario sus trajes más preciados, oh! ¡Cómo decías papá! El traje de la mortaja. Juan se puso su camisa blanca, traje gris, zapatos negros con calcetines del mismo color y, su pelliza de pana marrón sin faltarle la boina negra; su amigo inseparable.

Antonia descolgó la ropa que guardaba con sumo mimo. Vestido negro, media de seda marrón claro, zapatos de medio tacón con botones en el lateral para abrochar la tira. Los botones eran redondos pequeños y se abrochaban con una horquilla del moño. Su pelo recogido atrás en la nuca haciendo un adorno que recogía con una redecilla de malla fina, su pelo ondulado hermoseando su cabeza para resaltar la belleza. El abrigo negro que descolgó de la percha de madera ennegrecida y recia como los años que llevaba al servicio del abrigo de paño, sí, ese que llevó durante toda su vida. En el cuello un pañuelo gris que le dejó en herencia la abuela María “su madre” puesta la ropa pusieron rumbo al Gran teatro de Cáceres.
Los dos sentados en las butacas empieza la función. El escenario la penumbra augura drama familiar. Los actores visten de negro para demostrar las penas.
Las mujeres con faldas negras hasta los pies, blusa
y zapatos del mismo color. Pañuelos en los hombros cruzados a la espalda anudados en la cintura. En la cabeza pañuelo pequeño sujeto en la nuca. El mandil gris un poco más corto que la falda. Los hombre vestían de negro, camisa grises el pantalón de pana sandalias de tela y suela de esparto.
El drama se fue formando en un ir y venir de la playa a casa. Se esperaba al hijo que salió a pescar y la barca volvió vacía. La desesperación fue creciendo echándose los unos a los otros la culpa, hasta el punto que se oyeron unos tiros y uno de los personajes cayó al suelo.
Los demás corrieron a la playa.
Terminada la función  fueron a tomarse unos churros para terminar en el baile.
Bailaron hasta bien entrada la noche; de vuelta a casa.
Caminaron recorriendo las calles de Cáceres desiertas, disfrutando de la mejor compañía cogidos del brazo recordando sus años jóvenes.
Recuerdos de mis padres un abrazo para ellos.
                                                                                                  Joaquina.
  


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