lunes, 5 de noviembre de 2018

Cinco de la madrugada





Terminado el trabajo en la tahona me dirijo a casa, la luna juega a esconderse entre las pequeñas nubes, ¡Cosa qué no agradezco! Ella sonríe y me indica el camino. Intento recorrer el camino. Entrando en el sendero que falta para llegar a casa las paredes de piedras ennegrecidas con el paso del tiempo hacen reflejan más oscuridad 
El ruido al pisar  las hojas es el único compañero. Los árboles son el mayor enemigo ellos se desplazan caprichosamente. Al llegar al puente este se cierra estrechando el camino. En medio el levante de la calzada es pronunciado y la visibilidad en nula al otro extremo. Me paré y dude en seguir o marcharme al horno. El frío me calaba los huesos y aligeré el paso. Superada la subida veo en el otro extremo una figura borrosa que se movía de un lado a otro del puente. El personaje se reía y agitaba los brazos al compás de dar salto desde un lado a otro. A esas horas siempre llevaba un bastón; qué pocas veces usé pero lo levanté al escuchar las risas cada vez más fuerte. Seguí caminado y observaba que la risa se alejaba. Terminado el puente eché la carrera más veloz que hice en mi vida.
Buenas tardes amigos.

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