viernes, 30 de noviembre de 2018

Pensamientos




Cada noche al posar mi cabeza sobre la almohada medito la jornada vivida. Y, ¡Es curioso! Estoy cansada de escuchar que todos los seres vivos nacemos en libertad, y, buscando la mía no aparece por ninguna parte. ¿Qué significa libertad? Recuerdo desde los años de mi niñez siempre he hecho lo que mandaban los mayores, mis padres, la iglesia, el gobierno y los profesores, ellos eran la cuerda donde estábamos atados a seguir.
De mayor en la vida familiar sigue lo mismo, tú cumples con tus obligaciones y todo irá bien. ¡Muy bien!, y dónde está mi libertad. Muchas noches no tengo ganas de hacer la cena, ¿Qué pasa si no la hago? Por eso el telón que nos han puesto es tan grueso y duro que no soy capaz de romper, ¡y, dicen que esto es bueno! ¿Bueno para quién? La sociedad ha creado unas normas, qué cumplimos sin rechistar y muchas veces estamos cansadas de que tengamos poco espacio para hacer lo qué queremos sin ser criticadas, ¿para quién es la libertad? A veces tengo ansias de cortar ese telón de hierro que nos oprime y salir corriendo lejos muy lejos hasta llegar a ese lugar donde nadie te diste normas.

Sigo en mi sillón leyendo el libro del Quijote, él por lo menos, gracias a sus locuras supo vivir su propia vida.

Buenas tardes amigos.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Noche de fiesta




Juan y Antonia se preparaban para ir al teatro. Esa noche sacaron del armario sus trajes más preciados, oh! ¡Cómo decías papá! El traje de la mortaja. Juan se puso su camisa blanca, traje gris, zapatos negros con calcetines del mismo color y, su pelliza de pana marrón sin faltarle la boina negra; su amigo inseparable.

Antonia descolgó la ropa que guardaba con sumo mimo. Vestido negro, media de seda marrón claro, zapatos de medio tacón con botones en el lateral para abrochar la tira. Los botones eran redondos pequeños y se abrochaban con una horquilla del moño. Su pelo recogido atrás en la nuca haciendo un adorno que recogía con una redecilla de malla fina, su pelo ondulado hermoseando su cabeza para resaltar la belleza. El abrigo negro que descolgó de la percha de madera ennegrecida y recia como los años que llevaba al servicio del abrigo de paño, sí, ese que llevó durante toda su vida. En el cuello un pañuelo gris que le dejó en herencia la abuela María “su madre” puesta la ropa pusieron rumbo al Gran teatro de Cáceres.
Los dos sentados en las butacas empieza la función. El escenario la penumbra augura drama familiar. Los actores visten de negro para demostrar las penas.
Las mujeres con faldas negras hasta los pies, blusa
y zapatos del mismo color. Pañuelos en los hombros cruzados a la espalda anudados en la cintura. En la cabeza pañuelo pequeño sujeto en la nuca. El mandil gris un poco más corto que la falda. Los hombre vestían de negro, camisa grises el pantalón de pana sandalias de tela y suela de esparto.
El drama se fue formando en un ir y venir de la playa a casa. Se esperaba al hijo que salió a pescar y la barca volvió vacía. La desesperación fue creciendo echándose los unos a los otros la culpa, hasta el punto que se oyeron unos tiros y uno de los personajes cayó al suelo.
Los demás corrieron a la playa.
Terminada la función  fueron a tomarse unos churros para terminar en el baile.
Bailaron hasta bien entrada la noche; de vuelta a casa.
Caminaron recorriendo las calles de Cáceres desiertas, disfrutando de la mejor compañía cogidos del brazo recordando sus años jóvenes.
Recuerdos de mis padres un abrazo para ellos.
                                                                                                  Joaquina.
  


viernes, 23 de noviembre de 2018

Noche de fiesta




Juan y Antonia se preparaban para ir al teatro. Esa noche sacaron del armario sus trajes más preciados, oh! ¡Cómo decías papá! El traje de la mortaja. Juan se puso su camisa blanca, traje gris, zapatos negros con calcetines del mismo color y su pelliza de pana marrón sin faltarle la boina negra; su amigo inseparable.

Antonia descolgó la ropa que guardaba con sumo mimo. Vestido negro, la combinación blanca y toda su ropa interior que entre pañuelos de seda guardaba para las ocasiones, media de seda marrón claro, zapatos de medio tacón con botones en el lateral para abrochar la tira. Los botones eran redondos pequeños y se abrochaban con una horquilla del moño. Su pelo recogido atrás en la nuca haciendo un adorno que recogía con una redecilla de malla fina, sujetas con horquillas de moño, su pelo ondulado hermoseaba su cabeza para resaltar la belleza, el abrigo negro que descolgó de la percha de madera ennegrecida y recia como los años que llevaba al servicio del abrigo de paño, sí, ese que llevó durante toda su vida. En el cuello un pañuelo gris que le dejó en herencia la abuela María “su madre” puesta la ropa pusieron rumbo al Cran teatro de Cáceres. Ya en el teatro, y la oscuridad del escenario  transmitía que en el transcurso de la obra se sonreiría poco.
Los personaje iban vestidos de negro y la historia era un drama familiar de esos que se casan con la que solo le trae desgracias. Terminan matado al que estorbaba y la vida de las familias se rompe.
Terminada la función fueron camino de la feria, comieron unos churros y seguido se fueron al baile. Allí estuvieron hasta el final. Y vuelta a casa.

Recorriendo las calles de Cáceres desiertas disfrutando de la mejor compañía cogidos del brazo recordando los buenos momentos de sus años jóvenes.
                                22-11-2018 Joaqui.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Días tristes





Campeando en este mundo entramos en las redes del encierro. El otoño lluvioso nos entristece y prisioneros a merced de su antojo. Sin nada que aportar las horas son lentas y tienes tiempo de pensar en el camino que te queda por recorrer. No importa la salud que demuestre tu cuerpo, lo que importa es el ánimo con que lo lleves.
Aquel, el final del camino que tan lejos parece, sí, ese, ese que todos tenemos que cruzar pero que nadie quiere.
Pronto hemos olvidado el día de todos los santos, ahora el cementerio está desierto; cómo todo el año, él sabe que no es sitio de paso y se termina acostumbrado al silencio constante.
Nuestros recuerdos se limitan a darles un beso  al pasar al lado de su foto.
Buenas tarde amigos.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Al día siguiente



Casimiro a las seis de la mañana iba camino del trabajo, allí en la esquina casi terminada la Calle Ancha, el farol que con luz tímida alumbraba a los demás compañeros que esperaban. Todos reunidos pusieron rumbo a la mina, la mina de la plata que se encontraba en la Sierra de la Mosca, cerca de los llanos  de Sierra de Fuente. (Cáceres)
Pusieron rumbo con la alforja al hombro, “la Julia le preparo el almuerzo” estaba enfadada pero no descuidó  la comida de su hombre. Preparo el tocino, queso, y buen pan acompañado de una bota de vino.
Camino del trabajo con la ropa de faena que miraba y sé decía ¡Por qué no le gustará con lo elegante que me veo!
Pasó las horas sacando piedras de la mina. Casimiro ese día estaba triste acordándose de Julia y decía para sí; Hoy cuando llegue me lavaré y cenaré sentado en mi mesa. Eso hizo y resplandeciente se sentó sin hablar con Julia. Ella estaba contenta y le preparó de cena, una liebre que le había llevado su hermano. Dudaba cual sería su reacción pero no se equivocó, cenaron y Casimiro degustó la cena. Durmieron plácidamente. La mañana siguiente Julia le saludo desde el balcón mientras cantaba su canción favorita.

Traigo de Extremadura la nobleza más pura de mis cantares.