martes, 19 de diciembre de 2017

MONFRAGÜE




    El Tajo a su paso por Extremadura quiso dejar huellas al pasar por estas tierras.
    En su día ¡hace ya muchos años! Se empezó a colocar el gran mosaico que hoy visitan turistas de todo el mundo.
    Cuenta la leyenda, que la colocación de sus piedras, empezaron por una pareja de enamorados, de las cercanías del río, ellos se vieron separados por los padres de estos.
   Los padres, tuvieron unas rencillas, por la caza de un jabalín, así, prohibieron a sus hijos dicha unión.
    Pero los chicos, cada vez estaban más enamorados, y decidieron marcharse juntos.
    Al enterarse la familia, salieron en su busca, y los encontraron junto al Río Tajo, Al verse acorralados, saltaron a la otra orilla, pero el río llevaba tanta agua, que sus cuerpos  fueron  arrastrados por esta.
    Los chicos murieron y sus cuerpos fueron engarzados por una zarza.
    De ahí empezaron a colocarse las piedras que bajaban por el río, una, a una, fueron abrazando los cuerpos de los jóvenes.
Año, tras año, las piedras se van uniendo a las rocas viejas y al dolor de los jóvenes. Así se fue formando el gran mosaico del amor, amor frustrado.
    En las noches de luna, sus almas salen de las piedras, y en el agua se bañan bailando, y lavando sus penas, pero llegando el día tienen que dejar el agua solo para mirar a los visitantes.
    Las aves que coronan el mosaico, vigilan la gran mole de piedras, desde allí vuelan constantemente, alrededor sus nidos hechos por, el Águila Real, la Cigüeña Negra, Cigüeña Blanca,
    Búho Real, Alimoche, Buitre negro, El Milano, y tantas otras que allí han encontrado su morada.
     Alrededor de la base, se encuentran vigilando, El Jabalí, El Zorro, El Lince, el  Ciervos, los conejos… Y en el río baila la Nutria y tantos peces que se unen para proteger a los chicos.
 Estos animales, tienen la libertad que a ellos les faltó.
    A los padres los castigó la vida quedando convertido en piedras, de ellas solo queda el sombrero, que el padre tiró con rabia, con intención de darle a los chicos, pero este se quedó prendido en la rama de un olivo. Con el tiempo, hecho piedra que se ve desde lejos, como símbolo de la desdicha, y así recordar su historia.
Ellos fueron los primeros, y por eso soportan en su montaña de piedra, el resto de tantas parejas rotas, a lo largo del tiempo.
 Lo malo es que cada día será mayor su desdicha.
           28-3-2012,      Joaquina Campón.

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