El Tajo a su paso por Extremadura
quiso dejar huellas al pasar por estas tierras.
En su día ¡hace ya muchos años!
Se empezó a colocar el gran mosaico que hoy visitan turistas de todo el mundo.
Cuenta la leyenda, que la
colocación de sus piedras, empezaron por una pareja de enamorados, de las
cercanías del río, ellos se vieron separados por los padres de estos.
Los padres, tuvieron unas
rencillas, por la caza de un jabalín, así, prohibieron a sus hijos dicha unión.
Pero los chicos, cada vez estaban
más enamorados, y decidieron marcharse juntos.
Al enterarse la familia, salieron
en su busca, y los encontraron junto al Río Tajo, Al verse acorralados,
saltaron a la otra orilla, pero el río llevaba tanta agua, que sus cuerpos fueron
arrastrados por esta.
Los chicos murieron y sus cuerpos
fueron engarzados por una zarza.
De ahí empezaron a colocarse las
piedras que bajaban por el río, una, a una, fueron abrazando los cuerpos de los
jóvenes.
Año, tras año, las piedras se van uniendo a las rocas viejas y al dolor de
los jóvenes. Así se fue formando el gran mosaico del amor, amor frustrado.
En las noches de luna, sus almas
salen de las piedras, y en el agua se bañan bailando, y lavando sus penas, pero
llegando el día tienen que dejar el agua solo para mirar a los visitantes.
Las aves que coronan el mosaico,
vigilan la gran mole de piedras, desde allí vuelan constantemente, alrededor
sus nidos hechos por, el Águila Real, la Cigüeña Negra, Cigüeña Blanca,
Búho Real, Alimoche, Buitre
negro, El Milano, y tantas otras que allí han encontrado su morada.
Alrededor de la base, se
encuentran vigilando, El Jabalí, El Zorro, El Lince, el Ciervos, los conejos… Y en el río baila la
Nutria y tantos peces que se unen para proteger a los chicos.
Estos animales, tienen la libertad
que a ellos les faltó.
A los padres los castigó la vida
quedando convertido en piedras, de ellas solo queda el sombrero, que el padre
tiró con rabia, con intención de darle a los chicos, pero este se quedó
prendido en la rama de un olivo. Con el tiempo, hecho piedra que se ve desde
lejos, como símbolo de la desdicha, y así recordar su historia.
Ellos fueron los primeros, y por eso soportan en su montaña de piedra, el
resto de tantas parejas rotas, a lo largo del tiempo.
Lo malo es que cada día será mayor
su desdicha.
28-3-2012, Joaquina Campón.
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