Según las costumbres mexicanas, el 1 y el 2 de noviembre los familiares
llevan a la tumba de sus muertos las comidas que más le gustaban en vida. Ellos
creen que por la noche salen a comer.
Marichu piensa que ella no llegará a eso. Su esperanza es ver a su hija,
su precioso diamante, y olvidar la angustia vivida durante su ausencia.
A Marichu le gustaría sentarse en el porche con Imelda y disfrutar del
nuevo día tomando un café y ver salir el Astro Rey subir a las alturas. Lo
bebería a sorbos cortos sin importar su amargor.
¡Sueños de una madre! 16-8-2012. Joaquina Campón.
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