jueves, 31 de agosto de 2017

Nunca aprenderé a bailar



El baile
Nunca aprenderé a bailar, mamá me lo decía cuando bailaba con ella. A mí, no me preocupa que dijera esto, en realidad lo que no me ha gustado eran los apretones que te daban los chicos.
Recuerdo la boda de la hija de un hermano de papá –“La” Pepa- La boda se celebró en la Iglesia, -En el Espíritu Santo. La comida en el bar de un vecino – El señor Tirso. Por  entonces, cualquier sitio era bueno, ¡bueno dentro de lo que había y se podía pagar!
Mamá nos preparó a María y a mí. Ella le gustaba vernos con la ropa nueva, María con quince años, yo, catorce. María y yo habíamos hecho unos vestidos en el taller, -donde aprendíamos a coser,  para el día de mañana-. El de María era  de Piqué  Blanco, talle a la cintura entallado, falda resta, cuello cuadrado con tirantes de tres dedos de anchos. El mío, Amarillo Claro de dos piezas. La falda de campana con bolsillos laterales, el cuerpo un poco suelo. El jaretón por fuera de la falda llegando a las caderas. Abierto un trozo, y en los laterales con unas cintas,  con hebillas que se unían las dos partes  en forma de adorno. El escote de barco, las mangas a ras del brazo, como corresponde a la juventud. ¡Esto teda que pensar! Por entonces, no colgaban las cortinas en ellos y se podían lucir los brazos desnudos. ¡Sí, ya! Ahora, cuanto más largas  sea la manga, mejor. ¡Cómo se pone la gente! Cortinas indeseadas, arrugas, etc… Para que seguir. Estamos como corresponde a la edad, ¡estupendas!
De la comida no me acuerdo solo me acuerdo del baile. Era un patio grande con bancos de madera alrededor y sillas de Enea. 
Las personas mayores siempre vigilando a la juventud. Ellas bailaban cuando sonaba un pasodoble.
Iba pasando el día entre risas, vino blanco, casera y algunas aceitunas.
 Siempre estaba sentada al lado de la familia. “tía” Baldomera, y los hijos, algunos mayores que yo. Entre los amigos de Esteban -mi primo, el mayor de los hermanos. -se encontraba un joven que intentaba bailar conmigo y siempre me negaba. Cuando lo observaba bailando con las otras chicas, comprobaba que de apretadas que las llevaba, las chicas iban casi en volandas. Esteban se acercó y me sugirió que bailase con su amigo Arturo. ¡Bueno, pero, di le de deje correr el aire! ¡Si no, lo dejo! Fuimos a bailar y los primeros momentos respetó la distancia. Pero pasado  un rato se le había olvidado. Al verme abrazada a un desconocido, eché marcha atrás dejándolo en la pista. Se enfadó tanto que volvió a por mí y tiró del abanico que llevaba  en la mano y se rompió, era un abanico de pasta blanca calado muy bonito. Tuve que llamar a Esteban y lo calmó. Era un “tío”  pesado y, ¡no sé qué llevaba en los bolsillos!, cuando se acercó tanto, la dureza de ellos era muy molesta, parecía que los llevaba llenos de paquetes de tabaco, llaveros, no sé, me dio que pensar en tantas cosa que el baile en vez de divertirme se me atragantó. La “tía” Baldomera decía que era un buen partido, estaba en la academia de la Guardia Civil y sería una buena salida para cualquier chica.
El día termino con la música metidas en los sentidos, y la canción que tanto repitieron se gravó de por vida en mí mente.
Que le quiten el tapón al botellón.                                         29-8-2017   Joaqui.  

lunes, 28 de agosto de 2017

Sueños de siempre



La boda del pasado
Ella está en mis sueños y cabalga mientras duermo.
Es un poco rara, aparece y desaparece cuando le viene en gana. Se repite cuando estoy muy cansada. Quizás, esa boda fue difícil para mí.
Siempre se desarrolla de noche. La calle en cuestión es de una subida bastante pronunciada. Las casas de una sola planta. Los vecinos están en sus puertas tomando el fresco. Al parecer, no tienen mucho trato entre ellos. Cada uno se limita a estar en su puerta.
Solo en la zona del baile se encontraban niños en la calle, mientras sus papás bailan.
Una de las canciones más oídas era. Qué le quiten el tapón al botellón. Era lo único que alegraba la sombra de la noche.
 
¡¡Ay querida libertad!!
Te vemos tras el cristal
y el pueblo quiere tenerla.
Por el corcho se ha escapado
solo una gota pequeña
pero para calmar la sed
queremos toda la botella.
Que le quiten el tapón
que le quiten el tapón
que le quiten el tapón al botellón…

Caminábamos mis hermanas y yo buscando un medio de transporte para ir a casa. Nos habían indicado que un poco más arriba había  un taxista. El taxista vivía al final de la calle. Seguimos subiendo hasta llegar un bar, que el taxista llevaba en compañía de un hermano. Al llegar y hablar con él, nos dijo que no podía llevarnos, el bar estaba lleno clientes y era imposible.
Veíamos que era imposible el llegar a casa ¡pues! vivíamos lejos Una de mis hermanas dijo. Visto lo  visto, aquí solo queda una solución. Vámonos al baile de la boda y cuando acabe nos vamos con algún pariente.
                       28-8-2017   Joaqui.  

jueves, 24 de agosto de 2017

la envidia




Qué podíamos hablar de la envidia
Tantas cosas que no tendríamos árboles suficientes,
Cómo dice el refrán, la miel poca. La envidia…
Tengo una vecina que sale a buscar información, porque no tiene nada que decir, y lo único que se ocurre, es preguntar. Pero, con la intención de adelantarse y hacer lo que le cuantas. Se considera superior y no sabe la ignorante que los que la conocen, saben de su falta de entendederas. No tiene ni idea de cómo se coge las ideas de la mente, menos, plasmarlas en el papel. Por ello se encuentra vacía y sus repeticiones, muchas.
Es muy triste que aparente lo que desea, pero eso no basta.
Para estar en el lado que quiere, se necesita mucho de lo que ella carece. Eso no está en quererlo, eso se adquiere con mucho tiempo y sacrificio. Presumir es fácil pero, solo se engaña ella.
La humildad no sabe con qué mano se coge.
Al estar a sola en su cuarto, comprenderá que el camino elegido, le viene grande.

                                  2-8-2017   Joaqui. 

miércoles, 23 de agosto de 2017

Los desyunos de ante



Es comprensible, las madres de hoy no tienen tiempo para dedicar unos minutos para  preparar unas Pringás y preparar un desayuno como dios manda, para sus hijos. En aquellos tiempos, las madres no tenían las cocinas de hoy, y se las tenían que ingeniar con las cocinas de carbón. Y los ¡venditos soplillos! para encender el fuego. Eso eran madres sacrificadas y trabajadoras. Tantas cosas del pasado que sin darnos cuenta hemos dejado atrás, sin olvidar las coladas, la plancha, los zurcidos, y, sacrificios económicos.
Hoy solo se sabe protestar por todo.
Claro  que el progreso es bueno, y gracias a él la vida es más fácil.
                       23-8-2017    Joaqui.  

lunes, 21 de agosto de 2017

Las velas de ayer






La noche esparcía sus negros manto arropando la ciudad. Los relámpagos se cruzaban avisando al pueblo de su enfado. Me senté cerca de la ventana, desde allí se divisaba la silueta de los tejados. Las torres de la ciudad antigua se achicaban al paso de la claridad que iluminaba el rayo.
Llamaron a la puerta, mí pensamiento se negaba a ir a abrir. No eran horas de visitas. La llamada insistió. Cogí la vela de cera que ¡encendida estaba en la mesa! Y fui al encuentro. Al abrir la puerta se apagó la vela. Mi intención era cerrar, pero un pie se cruzó entre el marco y la puerta. Dando un empujón, entró la sombra. No podía ver nada, y mi angustia iba a más, pregunté al bulto que creía ver, él no hablaba, solo respiraba dando unos resoplidos.
-¿Quién eres? No contestó. Subió las escaleras que daban a las habitaciones, le seguía de cerca pero era escurridizo y conseguía ir deprisa. Al subir la escalera, aceleró el pasillo dirigiéndose al cuarto de los muebles viejos. Entró y cerró la puerta. Se oían ruidos de mover cacharros. En ese momento vino la luz. Intenté abrir la puerta. 
Mi desesperación iba en aumento. Pasado un largo tiempo se oyó el chirriar de las bisagras oxidadas con el paso del tiempo. Corrí a ver quién se permitía el descaro de entrar en mi casa y  andar por ella sin permiso de nadie. Aprovechando la luz, me acerque a la puerta. Al abriese esta, un rayo cayó cerca y con él se llevó la luz. Salió la sombra del cuarto,  salió caminando dirección a la calle, llevando una caja entre los brazos. Corrí para atraparlo, fue inútil sus pies no andaban, volaban.
 Se oía una risa, risa alegre de alguien que ha conseguido su deseo.
                        16-8-2017   Joaqui.