martes, 30 de mayo de 2017

Historias de Cornejo.: Las tesis del “tío” Gorio

Historias de Cornejo.: Las tesis del “tío” Gorio: En el sistema Politicosocial de nuestro hombre hay muchos más puntos negros que en sus concepciones religiosas. Es escéptico y pesimista d...

Historias de Cornejo.: Las tesis del “tío” Gorio

Historias de Cornejo.: Las tesis del “tío” Gorio: En el sistema Politicosocial de nuestro hombre hay muchos más puntos negros que en sus concepciones religiosas. Es escéptico y pesimista d...













     Blogg. Historias de Cornejo.

Las tesis del “tío” Gorio


En el sistema Politicosocial de nuestro hombre hay muchos más puntos negros que en sus concepciones religiosas. Es escéptico y pesimista del más cerrado sistema. Antes todo, el gobierno es un ladrón. El tío Gorio no admite ni siquiera la excepción del individuo. Todos, todos suben, van a chupar a los labradores. Cuando bajan, ya están ricos, y dejan su puesto a los que están esperando la hora de chupar también.
Tienen hecho un convenio; y vengan pagos, y vengan quintas, y vengan holgazanes en las oficinas, y vengan sueldos.
                                       José María Gabriel y Galán.
¿Creéis  que esto  ha cambiado algo? Seguimos con una España empobrecida. Solo el pueblo es el que sacrifica toda su vida.
¿Para qué las distintas forma de gobierno?, si ellos no, nos tienen en cuenta.
                                       12-5-2017   Joaqui.

Historias de Cornejo.: El penúltimo viaje

Historias de Cornejo.: El penúltimo viaje: Segunda   página 2 Más estrecha a la derecha. A la izquierda, dos el triple de ancha que la otra,   de las cuales se dividían p...

El penúltimo viaje




Segunda  página

2
Más estrecha a la derecha. A la izquierda, dos el triple de ancha que la otra,  de las cuales se dividían por la mitades.
La parte de arriba, de la puerta, estaba casi siempre abierta.
 Habitación,  en la que puesta a punto, sirvió para vivir una familia.
Limpia y sin animales, esta se adecuó para pasar una larga temporada.
 Con el pesebre incluido. De él, papá lo preparó para el fogón. Allí, guisó Antonia todo el tiempo que vivimos en Hoyos.
Recuerdos tan agradables de nuestra niñez- y mucho que contar de ese tiempo. - ¡Y los buenos amigos que aún hoy conservamos!  

Voy llegando al destino nuevo. Va anocheciendo, cojo mi maleta y hecho andar. La distancia es pequeña, ya que conozco el pueblo. ¡Qué distintos a estos momentos! Después de sesenta y muchos años.
La misma sensación de desamparo y la misma lejanía con las gentes. Sus casas eran más pequeñas que   en aquellos años, ¡oh! ¿Es que ellas han menguado?, no sé, pero todo está distinto.
 Un chico joven sale a mi encuentro, y coge la maleta -dígame señora,- donde se dirige, y la llevo.
Voy al hotel El Redoble, tengo habitación reservada.
-Está anocheciendo y me dirijo al hotel. Mañana iré a ver la residencia-.
Camino del hotel pisando fuerte, voy observando sus casas y noto que han cambiado. Casas nuevas y sobre todo los habitantes que vamos cruzando.
 Esa pregunta la dejaré para mañana, con la luz del día veré las cosas de otra manera.
 Jacinto- el chico que lleva la maleta -es un joven delgado, alto, viste pantalón vaquero y camiseta de manga corta blanca y zapatillas de deporte.
Su cara morena y sus andares decididos y acompasados. Habló poco, solo comentó que trabajaba con su padre en el campo.
Al llegar al hotel le pregunte cuánto le debía, dijo que lo que quisiera darle, le entregué diez Euros, y se marchó dándome las gracias.
El hotel está situado en el centro del pueblo.  Como restaurante, es bueno y espacioso, sus terrazas, tanto en la calle como dentro,del establecimiento están muy solicitadas por el personal del pueblo.
El conserje me acompañó a la habitación, un señor entrado en años, bajo. Su cabeza no lucía melena, su calvicie le hacía parecer mayos, pero su cuerpo decía lo contrario.  
Después de dejar la maleta y asear me, baje a la terraza de la calle. Pedí una ensalada de fruta  variada y contemple el entorno. Intentaba que me fuese familiar, pero la oscuridad de la noche cada vez más acentuada, no se dejaba.
Quizás mis ansias de llegar al pasado se camuflaban con la realidad, y la confusión era  borrosa.
Agradecí las caricias del aire abrazando  mi cuerpo. Después de cenar, me quede saboreando el nuevo entorno.
Al rato oigo una voz, ¡señora, es hora de  recoger las mesa! - si es tan amable…
A la mañana siguiente, después del desayuno, me fui a recorrer las calles. ¡Cuánta ilusión! Cómo una niña pequeña que todo lo nuevo lo mira y remira, así anduve buena parte del pueblo.
Recordaba como en el pasado, corría por las calles, ahora me cuesta…

jueves, 25 de mayo de 2017

Mi penúntimo viaje

1
Primera parte del relato

Hace unos días me he enterado que en un pueblo de la provincia de Cáceres, existen unos apartamentos para personas mayores, no son residencias, pero están atendidas como tal.
Después de meditar largo tiempo, he decidido ir a ver como son y si tendré la oportunidad de coger uno…
Maleta hecha y después de despedirme de los míos, pongo rumbo a esta locura- así es como la llamo-.
 Para llegar, el coche tiene que recorrer cien kilómetros desde Cáceres a Hoyos.
Al subir al coche mis piernas tiemblan, no sé, si es de miedo, ¡oh! que me doy cuenta de semejante locura.
Siempre que he viajado las ilusiones iban creciendo con el rodar del coche, pero en estos momentos cuanto más corre, menos ganas tengo de llegar.
Camino de Hoyos, situado en el entorno de Sierra de Gata entre, Sierra de los Ángeles y el pico de Almenara pueblo de la provincia de (Cáceres). Al pasar por la cruz de los caídos, de  Cáceres- puesta por las víctimas de la  Guerra Civil…
Me vino a la mente recuerdos del pasado. Allí se encontraba El Parador del Carmen. Desde dónde salían los coches de líneas, para todos los pueblos de la provincia, y del resto de España.  
 De ese parador, en el año 1950, partimos la familia en pleno. Mamá y Papá con sus cinco hijos. María la mayor de las hermanas, tenía siete años y de ahí para bajo; las demás, nos llevábamos dos años.
Mis padres fueron muy valientes al llevar a todos sus hijos.
A papá le dieron un trabajo  para restaurar el Ayuntamiento, y las escuelas. Este había sido bombardeado  en la Guerra Civil Española.
Papá no sabía el tiempo que pasaría allí, y no quería estar mucho tiempo sin su familia.
En aquellos años los coches eran lentos, y el trayecto  penoso. Se tardaba en llegar. Los coches echando el mar olor de la gasolina. Con esto y las malas carreteras, los pasajeros se mareaban con muchas frecuencias.
Mamá era uno de ellos. El traqueteo del coche, le hacía marearse y vomitar.  
Mis padres eran jóvenes y con salud y amor, conseguían lo que se proponían.
 Allí, llegamos a un pueblo desconociendo a todos lo que nos rodeaba. Sus gentes, sus casas, y hasta el aire que respiramos, todo era nuevo. Nos costó entrar en ese mundo. Nuestra corta edad sin amigos ni parientes. Era una sensación de desamparo, flotando en el aire sin saber donde parar. Así, estuvimos un largo tiempo.
Pero, ¡lo que es la vida!, como los vecinos del pueblo se fueron acercando a esa familia que llegó de lejos, sin nada en los bolsillos, ni en la despensa.
Ellos se encargaron de aliviar sobre todo; la despensa.
Ahí, empezó Antonia a respirar y empezó su nueva vida.   
Ella en casa y papá en su trabajo, la casa empezó a tener luz propia.  
La casa era una habitación cuadrada, tres laterales sin luz natural, - el lateral izquierdo, el fondo,  y derecho, estos sin luz, la luz la recibían de la ventana y de la puerta, que se encontraba en la fachada. Al entrar a la derecha, se encontraba un pesebre que papá acondicionó para que guisase mamá. Estancia que abriendo la puerta.  Pocos pasos dabas para  tocar la pared del fondo.  Allí, se encontraba una ventana pequeña, a la derecha seguida de la puerta. La puerta de tres hojas, una 

Primera hoja del relato.           25-5-2017    Joaqui

El penúltimo viaje



1
Primera parte del relato

Hace unos días me he enterado que en un pueblo de la provincia de Cáceres, existen unos apartamentos para personas mayores, no son residencias, pero están atendidas como tal.
Después de meditar largo tiempo, he decidido ir a ver como son y si tendré la oportunidad de coger uno…
Maleta hecha y después de despedirme de los míos, pongo rumbo a esta locura- así es como la llamo-.
 Para llegar, el coche tiene que recorrer cien kilómetros desde Cáceres a Hoyos.
Al subir al coche mis piernas tiemblan, no sé, si es de miedo, ¡oh! que me doy cuenta de semejante locura.
Siempre que he viajado las ilusiones iban creciendo con el rodar del coche, pero en estos momentos cuanto más corre, menos ganas tengo de llegar.
Camino de Hoyos, situado en el entorno de Sierra de Gata entre, Sierra de los Ángeles y el pico de Almenara pueblo de la provincia de (Cáceres). Al pasar por la cruz de los caídos, de  Cáceres- puesta por las víctimas de la  Guerra Civil…
Me vino a la mente recuerdos del pasado. Allí se encontraba El Parador del Carmen. Desde dónde salían los coches de líneas, para todos los pueblos de la provincia, y del resto de España.  
 De ese parador, en el año 1950, partimos la familia en pleno. Mamá y Papá con sus cinco hijos. María la mayor de las hermanas, tenía siete años y de ahí para bajo; las demás, nos llevábamos dos años.
Mis padres fueron muy valientes al llevar a todos sus hijos.
A papá le dieron un trabajo  para restaurar el Ayuntamiento, y las escuelas. Este había sido bombardeado  en la Guerra Civil Española.
Papá no sabía el tiempo que pasaría allí, y no quería estar mucho tiempo sin su familia.
En aquellos años los coches eran lentos, y el trayecto  penoso. Se tardaba en llegar. Los coches echando el mar olor de la gasolina. Con esto y las malas carreteras, los pasajeros se mareaban con muchas frecuencias.
Mamá era uno de ellos. El traqueteo del coche, le hacía marearse y vomitar.  
Mis padres eran jóvenes y con salud y amor, conseguían lo que se proponían.
 Allí, llegamos a un pueblo desconociendo a todos lo que nos rodeaba. Sus gentes, sus casas, y hasta el aire que respiramos, todo era nuevo. Nos costó entrar en ese mundo. Nuestra corta edad sin amigos ni parientes. Era una sensación de desamparo, flotando en el aire sin saber donde parar. Así, estuvimos un largo tiempo.
Pero, ¡lo que es la vida!, como los vecinos del pueblo se fueron acercando a esa familia que llegó de lejos, sin nada en los bolsillos, ni en la despensa.
Ellos se encargaron de aliviar sobre todo; la despensa.
Ahí, empezó Antonia a respirar y empezó su nueva vida.   
Ella en casa y papá en su trabajo, la casa empezó a tener luz propia.  
La casa era una habitación cuadrada, tres laterales sin luz natural, - el lateral izquierdo, el fondo,  y derecho, estos sin luz, la luz la recibían de la ventana y de la puerta, que se encontraba en la fachada. Al entrar a la derecha, se encontraba un pesebre que papá acondicionó para que guisase mamá. Estancia que abriendo la puerta.  Pocos pasos dabas para  tocar la pared del fondo.  Allí, se encontraba una ventana pequeña, a la derecha seguida de la puerta. La puerta de tres hojas, una 

Primera hoja del relato.           25-5-2017    Joaqui

Historias de Cornejo.: Los Cipreses del Campo Santo

Historias de Cornejo.: Los Cipreses del Campo Santo: Esta mañana he paseado entre ellos. Nos muestran sus cuerpos, son hermosos, orgullosos y corpulentos, como el mejor de los árboles, a...

Los Cipreses del Campo Santo




Esta mañana he paseado entre ellos. Nos muestran sus cuerpos, son hermosos, orgullosos y corpulentos, como el mejor de los árboles, adornando las calles. Y con su altivez, nos quieren demostrar que es el mejor  sitio del mundo.
Allí no hay guerras, ni ansías  de poder, envidia, ni por supuesto, dinero. Porque este es la perdición de casi todos los males del mundo.
Todos duermen en el mejor de los sueños. El viento mueve las hojas, ellas nos hablan. El árbol crece sin romper el suelo, Él deja todas sus fuerzas abajo en la tierra. Allí abrazado a sus raíces se encuentran los seres que han dejado este mundo de locos.
De cuando en cuando, cada uno trepa a lo más alto de sus brazos. Ellos por medio del las hojas, nos observan. A veces, bajan tristes. Desde lo más alto los nuestros nos van señalando el camino cada día por eso estamos constantemente nombrado a los que se fueron. Nuestras obras son la prolongación de lo que ellos hicieron y disfrutan de nuestra forma de vida.
Trepan de noche y de día. Son nuestros vigilantes.
El Ciprés crece, y creces y nos muestra las obras de cada día.
Cumple su misión de transmitir a ellos que no los olvidamos y que los seguimos queriéndo cada día más.
Cuando vuelva allí, le daré un abrazo al Ciprés con el fin de que le llegue a los míos.
                               Un abrazo para mis padres y María.

                                   19- 9-2016  Joaqui.

Historias de Cornejo.: La cultura

Historias de Cornejo.: La cultura: Un hombre sin cultura ¡En estos tiempos! está como una barca a la deriva en medio del mar. Dará tumbos, y solo podrá triunfar, prep...

La cultura




Un hombre sin cultura ¡En estos tiempos! está como una barca a la deriva en medio del mar.
Dará tumbos, y solo podrá triunfar, preparando su camino. Nadie, nadie, te ayudará sino estás preparado y para eso hay que trabajar, trabajar y trabajar duro.
Y ahora; pensemos… Qué hacían nuestros antepasados sin escuelas ni universidad, ¿dónde se preparaban? Y ellos comían con su sudor, no como ahora que solo comemos unos cuantos, los demás comen también con el nuestro.
Hay tanto chorizo por ahí, que el peso lo llevamos unos cuantos. Los demás a vivir, como suele decirse, que son dos días.
                            15-5-201 Joaqui.