Segunda página
2
Más estrecha a la derecha. A la izquierda, dos el
triple de ancha que la otra, de las
cuales se dividían por la mitades.
La parte de arriba, de la puerta, estaba casi
siempre abierta.
Habitación, en la que puesta a punto, sirvió para vivir
una familia.
Limpia y sin animales, esta se adecuó para pasar
una larga temporada.
Con el
pesebre incluido. De él, papá lo preparó para el fogón. Allí, guisó Antonia
todo el tiempo que vivimos en Hoyos.
Recuerdos tan agradables de nuestra niñez- y mucho
que contar de ese tiempo. - ¡Y los buenos amigos que aún hoy conservamos!
Voy llegando al destino nuevo. Va anocheciendo,
cojo mi maleta y hecho andar. La distancia es pequeña, ya que conozco el
pueblo. ¡Qué distintos a estos momentos! Después de sesenta y muchos años.
La misma sensación de desamparo y la misma lejanía
con las gentes. Sus casas eran más pequeñas que en aquellos años, ¡oh! ¿Es que ellas han
menguado?, no sé, pero todo está distinto.
Un chico
joven sale a mi encuentro, y coge la maleta -dígame señora,- donde se dirige, y
la llevo.
Voy al hotel El Redoble, tengo habitación
reservada.
-Está anocheciendo y me dirijo al hotel. Mañana iré a
ver la residencia-.
Camino del hotel pisando fuerte, voy observando sus
casas y noto que han cambiado. Casas nuevas y sobre todo los habitantes que
vamos cruzando.
Esa pregunta la dejaré para mañana, con la luz del
día veré las cosas de otra manera.
Jacinto- el
chico que lleva la maleta -es un joven delgado, alto, viste pantalón vaquero y camiseta de manga corta blanca y zapatillas de deporte.
Su cara morena y sus andares decididos y
acompasados. Habló poco, solo comentó que trabajaba con su padre en el campo.
Al llegar al hotel le pregunte cuánto le debía,
dijo que lo que quisiera darle, le entregué diez Euros, y se marchó dándome las
gracias.
El hotel está situado en el centro del pueblo. Como restaurante, es bueno y espacioso, sus
terrazas, tanto en la calle como dentro,del establecimiento están muy
solicitadas por el personal del pueblo.
El conserje me acompañó a la habitación, un señor
entrado en años, bajo. Su cabeza no lucía melena, su calvicie le hacía
parecer mayos, pero su cuerpo decía lo contrario.
Después de dejar la maleta y asear me, baje a la
terraza de la calle. Pedí una ensalada de fruta
variada y contemple el entorno. Intentaba que me fuese familiar, pero la
oscuridad de la noche cada vez más acentuada, no se dejaba.
Quizás mis ansias de llegar al pasado se camuflaban
con la realidad, y la confusión era
borrosa.
Agradecí las caricias del aire abrazando mi cuerpo. Después de cenar, me quede
saboreando el nuevo entorno.
Al rato oigo una voz, ¡señora, es hora de recoger las mesa! - si es tan amable…
A la mañana siguiente, después del desayuno, me fui
a recorrer las calles. ¡Cuánta ilusión! Cómo una niña pequeña que todo lo nuevo
lo mira y remira, así anduve buena parte del pueblo.
Recordaba como en el pasado, corría por las calles,
ahora me cuesta…
No hay comentarios:
Publicar un comentario