jueves, 25 de mayo de 2017

Los Cipreses del Campo Santo




Esta mañana he paseado entre ellos. Nos muestran sus cuerpos, son hermosos, orgullosos y corpulentos, como el mejor de los árboles, adornando las calles. Y con su altivez, nos quieren demostrar que es el mejor  sitio del mundo.
Allí no hay guerras, ni ansías  de poder, envidia, ni por supuesto, dinero. Porque este es la perdición de casi todos los males del mundo.
Todos duermen en el mejor de los sueños. El viento mueve las hojas, ellas nos hablan. El árbol crece sin romper el suelo, Él deja todas sus fuerzas abajo en la tierra. Allí abrazado a sus raíces se encuentran los seres que han dejado este mundo de locos.
De cuando en cuando, cada uno trepa a lo más alto de sus brazos. Ellos por medio del las hojas, nos observan. A veces, bajan tristes. Desde lo más alto los nuestros nos van señalando el camino cada día por eso estamos constantemente nombrado a los que se fueron. Nuestras obras son la prolongación de lo que ellos hicieron y disfrutan de nuestra forma de vida.
Trepan de noche y de día. Son nuestros vigilantes.
El Ciprés crece, y creces y nos muestra las obras de cada día.
Cumple su misión de transmitir a ellos que no los olvidamos y que los seguimos queriéndo cada día más.
Cuando vuelva allí, le daré un abrazo al Ciprés con el fin de que le llegue a los míos.
                               Un abrazo para mis padres y María.

                                   19- 9-2016  Joaqui.

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