jueves, 25 de mayo de 2017

El penúltimo viaje



1
Primera parte del relato

Hace unos días me he enterado que en un pueblo de la provincia de Cáceres, existen unos apartamentos para personas mayores, no son residencias, pero están atendidas como tal.
Después de meditar largo tiempo, he decidido ir a ver como son y si tendré la oportunidad de coger uno…
Maleta hecha y después de despedirme de los míos, pongo rumbo a esta locura- así es como la llamo-.
 Para llegar, el coche tiene que recorrer cien kilómetros desde Cáceres a Hoyos.
Al subir al coche mis piernas tiemblan, no sé, si es de miedo, ¡oh! que me doy cuenta de semejante locura.
Siempre que he viajado las ilusiones iban creciendo con el rodar del coche, pero en estos momentos cuanto más corre, menos ganas tengo de llegar.
Camino de Hoyos, situado en el entorno de Sierra de Gata entre, Sierra de los Ángeles y el pico de Almenara pueblo de la provincia de (Cáceres). Al pasar por la cruz de los caídos, de  Cáceres- puesta por las víctimas de la  Guerra Civil…
Me vino a la mente recuerdos del pasado. Allí se encontraba El Parador del Carmen. Desde dónde salían los coches de líneas, para todos los pueblos de la provincia, y del resto de España.  
 De ese parador, en el año 1950, partimos la familia en pleno. Mamá y Papá con sus cinco hijos. María la mayor de las hermanas, tenía siete años y de ahí para bajo; las demás, nos llevábamos dos años.
Mis padres fueron muy valientes al llevar a todos sus hijos.
A papá le dieron un trabajo  para restaurar el Ayuntamiento, y las escuelas. Este había sido bombardeado  en la Guerra Civil Española.
Papá no sabía el tiempo que pasaría allí, y no quería estar mucho tiempo sin su familia.
En aquellos años los coches eran lentos, y el trayecto  penoso. Se tardaba en llegar. Los coches echando el mar olor de la gasolina. Con esto y las malas carreteras, los pasajeros se mareaban con muchas frecuencias.
Mamá era uno de ellos. El traqueteo del coche, le hacía marearse y vomitar.  
Mis padres eran jóvenes y con salud y amor, conseguían lo que se proponían.
 Allí, llegamos a un pueblo desconociendo a todos lo que nos rodeaba. Sus gentes, sus casas, y hasta el aire que respiramos, todo era nuevo. Nos costó entrar en ese mundo. Nuestra corta edad sin amigos ni parientes. Era una sensación de desamparo, flotando en el aire sin saber donde parar. Así, estuvimos un largo tiempo.
Pero, ¡lo que es la vida!, como los vecinos del pueblo se fueron acercando a esa familia que llegó de lejos, sin nada en los bolsillos, ni en la despensa.
Ellos se encargaron de aliviar sobre todo; la despensa.
Ahí, empezó Antonia a respirar y empezó su nueva vida.   
Ella en casa y papá en su trabajo, la casa empezó a tener luz propia.  
La casa era una habitación cuadrada, tres laterales sin luz natural, - el lateral izquierdo, el fondo,  y derecho, estos sin luz, la luz la recibían de la ventana y de la puerta, que se encontraba en la fachada. Al entrar a la derecha, se encontraba un pesebre que papá acondicionó para que guisase mamá. Estancia que abriendo la puerta.  Pocos pasos dabas para  tocar la pared del fondo.  Allí, se encontraba una ventana pequeña, a la derecha seguida de la puerta. La puerta de tres hojas, una 

Primera hoja del relato.           25-5-2017    Joaqui

No hay comentarios:

Publicar un comentario