Aullando entró en su nueva
casa, la puerta le venía chica. Hubo de hacer varios movimientos para traspasar
el umbral. Sus gritos se escuchaban lejos, muy lejos. Por suerte en esos
alrededores, impera el silencio. Los hijos tristes, ahora les tocaba a ellos trabajar. Jacinto, había sido un hombre
dominante y severo por ello los criados le temían. Sabía llevar el negocio, ¡pero,
de qué manera! ¡Claro, sin mirar al obrero! Acumuló riquezas con el sudor de
todos, y nunca pensó que los operarios lo pasaban mal.
Un día su capataz le
comentó. Don Jacinto, hoy ha tenido la mujer de José “el porquero” un nuevo
hijo. Jacinto se enfureció y su único comentario era, -no saben nada más que tener hijos y con
ello, todo lo que ganan lo se lo comen, así, no llegara lejos.
Juan se apartó siguiendo con
sus tareas, y para sus adentros, comentaba. Ahorrar, ahorrar qué, si con lo que le das, no
tienen ni para comer, ¡si no fuera por lo que te roban! Y no, por robar, sino
por necesidad.
Cuando entre en su nueva
casa, pondrá valorar su trato con los
empleados, ¿qué sacará de su alforja?, ¿Pero, qué tiene? Ni un solo amigo, ¡familia!,
las justas, y solo por los intereses económicos, ¿cariño?, ninguno, y para más inri,
lleva las botas viejas que le cambió la criada, así, como el traje que lleva puesto
antes de ponerlo en la caja. Juana
decía. Esto le viene mejor a los vivos. Los gusanos, con la carne tienen bastante.
27-2-2017 Joaqui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario