¿Qué escondía? Él, era un misterio, Antonia
siempre llevaba la llave en el bolsillo,
con esto nunca podíamos echar una ojeada dentro. Iban pasando los años de
nuestra niñez y no con seguíamos desvelar el misterio. Un armario de madera de
castaño, con unas dimensiones normales, las de aquellos tiempos. La altura, dos
metros veinte, ancho, uno setenta, dos laterales fijos de cincuenta centímetros
y en medio una puerta de setenta centímetros, con un hermoso espejo. Las patas
largas y estrechas.
Un día mamá se dejó la llave puesta, era una
gran sorpresa, ¡tantos años esperando este momento!
No me atrevía a tocar dicha llave. La mente
estaba paralizada, la llave allí y sin nadie que impidiese traspasar la
curiosidad. Me acerque a la puerta, miré la calle y no venía nadie, camine
hacia el armario y decidí abrir. ¡Madre! Me temblaban las piernas, abrí la
puerta comprobando que todo él era para mí.
Abierto este empecé a observar su interior.
Parte derecha, ropa de papá, parte izquierda, de mamá. Ropa de papá, Una
gabardina, dos trajes, uno de invierno, de estilo Príncipe de Gales, que luego
se llevo en su último viaje, otro de verano Marrón claro, varias camisas blancas,
con el botón de arriba abrochado, para que no se deformasen. En las baldas,
unos calzoncillos, pañuelo, camisetas, calcetines, un jerséis y una boina
negra. –papá la llevaba en invierno por el frío. En el último anaquel, una caja con unos zapatos negros.
En la parte izquierda todo los tesoros de mamá,
dos vestidos uno de verano y otro de invierno, un abrigo, faldas de
paño negra y una blusa, y la toquilla
negra que le dio la abuela María.
En Las baldas, de mamá se encontraba una
caja de zapatos, en la parte alta, y en los demás con esmerada colocación se encontraban
el resto de sus joyas, un par de medias de seda, un camisón, un sujetador,
bragas, pañuelos, su frasco de colonia,- Agua de Colonia Añeja, una caja de
polvos de la marca Bella Aurora, su peine nuevo y el mantón del luto de su
madre, dos combinaciones, una faja y el bolso que lució en varias ocasiones.
Allí,
no había ni oro ni dinero, solo el orden riguroso y todo lo necesario para cualquier mortal.
Me llamó la atención una caja de madera que
se encontraba el último estante, donde mamá guardaba las mantas en verano. Cogí
la caja y dentro había unos puros Farías, famosos de la época.
Y me dije, - Bueno, me ha salido todo bien
me fumaré uno.
Sin pensarlo dos veces me fui al patio y a
duras penas lo encendí, ¡Madre! ¡Qué apuros! Lloré, tosí, mí asfixia era de
muerte.
Cerrado el armario seguí con las tareas de
la casa estaban a punto de llegar y la comida estaba sin hacer.
11-2-2017 Joaqui.
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