miércoles, 15 de junio de 2016

Sueños


                                     Sueños

¡Qué bonito es soñar! Y sobre todo, con algo para tantas soluciones.
Soñé que me había tocado la lotería y me vi contando y repartiendo los billetes.
1.000.000, de €, no, no, que serán 2.000.000 de €.
Así, poniendo ceros llegue a recordar cuando de pequeñas, estando en clases  particulares. Ese día tocaban las matemáticas. Salió un chico al encerado hacer las cuentas.
Don José le dijo, escribe en la pizarra  la cantidad que tú quieras. El chico se puso manos a la obra y llevando un rato, le dijo, ¿don José, voy a poner  dos millones? 
Don José siguió con sus cigarros y mirando al chico, sin decir palabra.
Siguió el chico y al cavo de un rato, vuelve a mirar al profe, ¿don José ya he llegado al final de la pizarra?
El profe todo serio, le mira muy atento y después de una pausa le dice, ¿No te preocupes salte de la pizarra? El chico seguía a lo suyo. Don José siguió con sus cigarros y mirando al chico.
Ese día no pudo contener la sonrisa

Don José, se había comprado una máquina para hacer cigarrillos  y ese día estaba haciendo unos cuantos, mientras los demás hacíamos las cuentas.
Don José era un amante de la cultura y estaba preocupado por la juventud que no salíamos de casas por atender las obligaciones de nuestros padres.
Se preocupo de reunir un gran número de alumnos y darnos clases en su casa. Muchos días no le daba tiempo ni de comer y cuando empezó, las clases se daban en el comedor familiar.
Allí vimos a la familia comer, su cocido, o los fideos, mientras los alumnos hacíamos los deberes.
Tenía una gran paciencia  y hasta que no entendíamos lo explicado, no pasaba a otro tema.
Pero éramos muy torpes y nos costaba entender.
Al colegio siempre llegábamos tarde y no llevábamos las lecciones aprendidas, la época fue dura para muchos, años cincuenta y poco.
La maestra, que así la llamábamos, nos dio todos los palos que quiso, por no saber  la lección, nunca entendieron que para las niñas de nuestra edad, lo primero eran las tareas del hogar, luego, las clases.
Ahora en la vejez queremos recuperar lo perdido, pero el tiempo  no perdona y por mucho que queremos aprender, no se avanza.
Nuestra época fue muy dura. Pero los padres nos enseñaron que primero son las obligaciones familiares, después, las otras.
Ellos no compren dieron que lo mejor hubiese sido educarnos en la cultura, y con eso tendríamos el porvenir resuelto.
¡Pero! ¡Quien atendía los hermanos pequeños y la casa! Mis padres obstaron por lo más práctico.
Se podrían contar muchas anécdotas de aquellos tiempos, pero según he escuchado a le personas de mi edad, todas hacíamos lo mismo.
En nuestro caso mis padres tenían un negocio familiar, en el nos pasamos nuestra niñez, adolescencia, y juventud, trabajando y ayudando. Con nuestra corta edad, transportábamos pesos, muy grandes, a veces, los arrastrábamos, cogerlos era imposible, esa fue nuestra niñez. 
Papá con nuestra ayuda, supo llevar el negocio. y mantener a los suyos, ¿a costa de qué? a costa de todos, desde el más pequeño, al mayor, todos teníamos una misión.
 Por eso no les culpo a mis padres de nada, hay que saber estar al lado de los tuyos, aunque eso no sea lo más adecuado del momentos.
En lo demás, el cariño de nuestros padres era muy bueno y es el recuerdo más importante.
Un fuerte abrazo de esta que os quiere.                                                                                                                              
08/05/2016.  Joaqui.    

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