Sueños
¡Qué
bonito es soñar! Y sobre todo, con algo para tantas soluciones.
Soñé que
me había tocado la lotería y me vi contando y repartiendo los billetes.
1.000.000,
de €, no, no, que serán 2.000.000 de €.
Así, poniendo
ceros llegue a recordar cuando de pequeñas, estando en clases particulares. Ese día tocaban las
matemáticas. Salió un chico al encerado hacer las cuentas.
Don José
le dijo, escribe en la pizarra la
cantidad que tú quieras. El chico se puso manos a la obra y llevando un rato,
le dijo, ¿don José, voy a poner dos
millones?
Don José
siguió con sus cigarros y mirando al chico, sin decir palabra.
Siguió el
chico y al cavo de un rato, vuelve a mirar al profe, ¿don José ya he llegado al
final de la pizarra?
El profe
todo serio, le mira muy atento y después de una pausa le dice, ¿No te preocupes
salte de la pizarra? El chico seguía a lo suyo. Don José siguió con sus
cigarros y mirando al chico.
Ese día no
pudo contener la sonrisa
Don José,
se había comprado una máquina para hacer cigarrillos y ese día estaba haciendo unos cuantos, mientras
los demás hacíamos las cuentas.
Don José era
un amante de la cultura y estaba preocupado por la juventud que no salíamos de
casas por atender las obligaciones de nuestros padres.
Se
preocupo de reunir un gran número de alumnos y darnos clases en su casa. Muchos
días no le daba tiempo ni de comer y cuando empezó, las clases se daban en el
comedor familiar.
Allí vimos
a la familia comer, su cocido, o los fideos, mientras los alumnos hacíamos los
deberes.
Tenía una
gran paciencia y hasta que no
entendíamos lo explicado, no pasaba a otro tema.
Pero
éramos muy torpes y nos costaba entender.
Al colegio
siempre llegábamos tarde y no llevábamos las lecciones aprendidas, la época fue
dura para muchos, años cincuenta y poco.
La
maestra, que así la llamábamos, nos dio todos los palos que quiso, por no saber
la lección, nunca entendieron que para
las niñas de nuestra edad, lo primero eran las tareas del hogar, luego, las
clases.
Ahora en
la vejez queremos recuperar lo perdido, pero el tiempo no perdona y por mucho que queremos aprender,
no se avanza.
Nuestra
época fue muy dura. Pero los padres nos enseñaron que primero son las
obligaciones familiares, después, las otras.
Ellos no
compren dieron que lo mejor hubiese sido educarnos en la cultura, y con eso
tendríamos el porvenir resuelto.
¡Pero!
¡Quien atendía los hermanos pequeños y la casa! Mis padres obstaron por lo más
práctico.
Se podrían
contar muchas anécdotas de aquellos tiempos, pero según he escuchado a le
personas de mi edad, todas hacíamos lo mismo.
En nuestro
caso mis padres tenían un negocio familiar, en el nos pasamos nuestra niñez,
adolescencia, y juventud, trabajando y ayudando. Con nuestra corta edad,
transportábamos pesos, muy grandes, a veces, los arrastrábamos, cogerlos era
imposible, esa fue nuestra niñez.
Papá con
nuestra ayuda, supo llevar el negocio. y mantener a los suyos, ¿a costa de qué?
a costa de todos, desde el más pequeño, al mayor, todos teníamos una misión.
Por eso no les culpo a mis padres de nada, hay
que saber estar al lado de los tuyos, aunque eso no sea lo más adecuado del
momentos.
En lo
demás, el cariño de nuestros padres era muy bueno y es el recuerdo más
importante.
Un fuerte
abrazo de esta que os quiere.
08/05/2016.
Joaqui.
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