martes, 14 de junio de 2016

La Pregunta



 La pregunta

Corrían los años… Siempre teníamos una oportunidad de estar juntos, si no, la buscábamos.
Compartíamos veladas, reuniones, paseos y, sobre todo comidas.  Cualquier escusa era buena.
Paquita siempre decía:
- ¡Mira cómo se parecen los dos primos! Cabeza pequeñita y ¡fíjate!, las orejas son como dos gotas de agua.
Miraba a los chicos y no entendía ese afán de que se pareciesen tanto, pero Paquita se empeñaba, que por llevarse bien, también había que parecerse.
Teníamos en común la familia paterna, Lola era uno de los eslabones que nos unían.
Lola vivía con Engracia y muy cerca de Rosa, la abuela de mis hijos.
Lola y Engracia estaban las dos solteras, trabajaron toda la vida y disfrutaron de una vejez digna.
Rosa casada y con hijos. Rosa siempre ha tenido que llevar la carga de los hijos, y a la vez, la de las hermanas solteras y vivir con ellas.
Pasaban los años y la convivencia con Engracia era la más complicada, ella era muy directa y no reparaba nunca cuando tenía que decir algo, le faltaba un poquito de delicadeza y  no buscaba el momento más adecuado.
Por ello siempre le decían que no estaba bien de la cabeza, y no era bien recibida en los círculos de Paquita.
Todo casi perfecto, en muchos años de convivencia.
Para desgracia de muchos, Engracia falleció una noche de un infarto.
Nuestras luchas tuvimos en esos momentos, ella siempre nos advirtió que sus juegos de sábanas, se los pusiéramos de almohada dentro de la caja.
Allí, empezó la carrera por la separación de la familia, ¡Con lo bien que nos llevábamos!
El grupo de Paquita, intentó llorar más que los otros. ¡Pero lo que es la vida! Engracia desde su lecho de muerte habló alto y claro:
- ¡De mí os habéis reído y nunca tuvisteis un solo día de invitarme ni a un café! Solo encontré cariño al lado de mi hermana Rosa, y por ello le dejo todo lo que acumulé en los años de trabajo. ¡Amigos! aquí empiezan a separarse hasta los parecidos.
Abierto el testamento, Rosa da las gracias a su hermana.
A los pocos días, el grupo de Paquita se presenta en casa de Lola a pedir explicaciones de dicho reparto.
Lola no puede decir nada, solo que esa fue su voluntad.
No conforme con esto, se atreven a peguntar por el testamento de Lola. Lola se queda sin palabras, pero es fuerte e intenta aplacar las cosas:
- Mirad, he intentado hacer las cosas lo mejor que sé, y mi decisión es la siguiente - dijo Lola -. Le dejo a mi hermana los pisos y parte del dinero, y a vosotros, esta otra parte.
Faltó poco para llegar a las manos, y ese mismo día querían ir al notario a cambiar dicho testamento.
Lola no se dejo intimidar, salieron de su casa enfurecidos y dando puñetazos a las puertas. El enfado era tal que empezó a enfriase todo.
Ya no es que no nos parezcamos, ya no somos ni primos.
Engracia no les perdonó que nunca tuvieran un detalle con ella. Cuando venían a ver a Lola siempre le traían algún dulce.
Siempre se lo entregaban a Lola, aunque estuviera ella delante. Engracia se daba cuenta que a ella no venían a verla y, frunciendo el entrecejo, con la cabeza decía:
- Esto no es para mí.
En ese momento no decía nada pero las guardó todas para el momento apropiado.
Lola no volvió a recibir visitas de dichos familiares, ¡y mira que estuvo enferma y con un brazo en cabestrillo muchos meses! Pero ni por eso. Lola sufrió mucho por ello, en el fondo habían sido muchos años de convivencia, era una persona que nunca le hizo mal a nadie, al contrario, era el banco de toda la familia. Cuando necesitaban algo, allí estaba Lola con el bolso abierto.
Solo el entorno de su hermana Rosa le acompañó hasta el día de su marcha final.
La tierra que todos pisaron se volvió polvo, donde la amistad desapareció envuelta en la vejez, sin dejar rastro.
Qué  bien se llevan esos primos o hermanos.
¿Han partido...? - preguntó la madre -.

08/05/2016. Joaqui.

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