Esta mañana de
sábado
Había quedado con Maruja
sus intenciones era ir a misa y después de
misa perdernos por el pueblo vecino. Cogieron el coche y pusieron rumbo
a recorrer kilómetros. Siempre nos
movíamos en la provincia, Extremadura tiene muchos pueblos bonitos con
verdadero encanto. En el norte la sierra de Gata y en ellos podemos encontrar
rincones que quedarán gravados en nuestra retina de por vida.
Carretera y manta fuimos a
parar al pueblo de Hoyos, allí la visita al cementerio es obligada; recordando
a mi hermano que no pudo salir de allí porque la muerte así lo quiso.
Dimos un rodeo recordando
los años vividos en esas calles empedradas y sus encantadoras personas que con buena
voluntad supieron ayudar al que llegó de fuera con pocos recursos.
Recordando
la Iglesia; donde me Confirme, las calles en pendientes incomadas para el personal. El regato, los
troncos, y recuerdo la tahona donde se hacia el pan para todo el mes; oh,
hasta que se acababa. Allí nadie se quejaba del pan duro; como ahora, allí se
comía lo que había. Y no recuerdo que nadie se muriese por comer pan duro.
La zona del Escobar estaba pasando el regato que bañaba el
pueblo. Allí se encontraba el Convento de San Benito.
Que en los años
cincuenta estaba derrumbada. Las piedras de cantería esparcidas por el suelo.
De él solo quedaban los recuerdos de cuando en ese lugar veraneaban; según
dicen, el clero. El convento se encontraba cerca del camino y detrás de él se
hicieron las casas del Escobar. Casas humildes hechas de piedra por sus mismos dueños.
Las dimensiones eran grandes y espaciosas, las camas; para los niños, demasiado
altas.
Recuerdos
dos calles donde sus habitantes vivían cerca de sus huertos y el cochino en una
pocilga fuera de la vivienda. Allí no faltaba el lagar para convertir la uva en
buenos caldos. Para ello se reunían las familias y todo vecino que quisiera
comer y beber gratis; ese día.
Allí en una de las casas vivía
Esperanza Sandín y Melitón. Nos aposentamos y fuimos recibidas con gran cariño.
Esperanza nos preparó una ensalada de tomates con todos los avíos de su huerto y
sardinas en conservas. Las sandías y melones en abundancia.
¡Lo más importante de este
encuentro, era el cariño con que fuimos acogidas! Las personas que allí nos encontramos
tenían un vínculo especial trasmitiendo algo que no se puede describir con palabras,
eran recuerdos de tiempos pasados donde se unen las personas y queda impregnadas
en el corazón.
No podíamos pedir nada.
Pasada la tarde emprendimos
la marcha camino de Santibáñez El Alto.
Buenas tardes amigos.
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