martes, 10 de septiembre de 2019

El XXXV








Esta  mañana de sábado

Había quedado con Maruja sus intenciones era ir a misa y después de  misa perdernos por el pueblo vecino. Cogieron el coche y pusieron rumbo a recorrer kilómetros.  Siempre nos movíamos en la provincia, Extremadura tiene muchos pueblos bonitos con verdadero encanto. En el norte la sierra de Gata y en ellos podemos encontrar rincones que quedarán gravados en nuestra retina de por vida.

Carretera y manta fuimos a parar al pueblo de Hoyos, allí la visita al cementerio es obligada; recordando a mi hermano que no pudo salir de allí porque la muerte así lo quiso.

Dimos un rodeo recordando los años vividos en esas calles empedradas y sus encantadoras personas que con buena voluntad supieron ayudar al que llegó de fuera con pocos recursos. 

Recordando la Iglesia; donde me Confirme, las calles  en pendientes  incomadas para el personal. El regato, los troncos, y recuerdo la tahona donde se hacia el pan para todo el mes; oh, hasta que se acababa. Allí nadie se quejaba del pan duro; como ahora, allí se comía lo que había. Y no recuerdo que nadie se muriese por comer pan duro.



La zona del Escobar  estaba pasando el regato que bañaba el pueblo. Allí se encontraba el Convento de San Benito.
Que en los años cincuenta estaba derrumbada. Las piedras de cantería esparcidas por el suelo. De él solo quedaban los recuerdos de cuando en ese lugar veraneaban; según dicen, el clero. El convento se encontraba cerca del camino y detrás de él se hicieron las casas del Escobar. Casas humildes hechas de piedra por sus mismos dueños. Las dimensiones eran grandes y espaciosas, las camas; para los niños, demasiado altas.

Recuerdos dos calles donde sus habitantes vivían cerca de sus huertos y el cochino en una pocilga fuera de la vivienda. Allí no faltaba el lagar para convertir la uva en buenos caldos. Para ello se reunían las familias y todo vecino que quisiera comer y beber gratis; ese día.

Allí en una de las casas vivía Esperanza Sandín y Melitón. Nos aposentamos y fuimos recibidas con gran cariño. Esperanza nos preparó una ensalada de tomates con todos los avíos de su huerto y sardinas en conservas. Las sandías y melones en abundancia.

¡Lo más importante de este encuentro, era el cariño con que fuimos acogidas! Las personas que allí nos encontramos tenían un vínculo especial trasmitiendo algo que no se puede describir con palabras, eran recuerdos de tiempos pasados donde se unen las personas y queda impregnadas en el corazón.

No podíamos pedir nada.

Pasada la tarde emprendimos la marcha camino de Santibáñez  El Alto.



Buenas tardes amigos.

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