jueves, 29 de junio de 2017

Historias de Cornejo.: Los pies

Historias de Cornejo.: Los pies: Ellos fueron los que me pusieron a rebuscar por toda la casa. Los rincones más escondidos, y recovecos. Algunas veces, tenía que llam...

Los pies



Ellos fueron los que me pusieron a rebuscar por toda la casa. Los rincones más escondidos, y recovecos. Algunas veces, tenía que llamar a mamá, para que me sacara de ellos. Pero lo que más me gustaba, era la banqueta que estaba cerca de la ventana del comedor. Subida en ella, se observaba la calle. Cuanto personal y animales se paseaban como si la calle fuera suya. Los burros y carros, siempre iban tirados de los criados. Según ellos, los amos solo montaban a caballo y esperaban que les llevasen solucionado los asuntos de las tierras.
Desde allí, pude contemplar cómo se movía el personal  del pueblo.
La señora Elena, una mujer baja, morena con el pelo recogido  en la nuca. Siempre vestidas de negro con su falda de vuelo. No la faltaba su mandil, con lazos atrás, la toquilla de lana en invierno. En verano, llevaba un pañuelo fino, sobre los hombros, que cruzando las puntas, lo ataba atrás en la cintura. Mamá, decía que era una gran luchadora. Sacó a su familia pa, lantes, trabajando en casa haciendo el pan, que luego vendía por el pueblo. No solo haciendo el pan. Tenía que venir desde el Casar de Cáceres. A (Cáceres)  A por la harina y todo lo que le encargaban los vecinos. Los diez kilómetros que separan desde el pueblo a la ciudad. Los recorrió muchas veces, a lo largo de su vida.
Por las mañanas “tía” Elena salía temprano con el tablero a la cabeza, con el pan hecho, camino del la tahona. La noche era corta para la familia, las hijas ayudaban en la elaboración de estos menesteres. Iban con ella, Esperanza, Juliana y Felisa. Cuando salían, el pan había cambiado de color e iba dejando el rastro de pan cocido en los hornos con leña y el olor a jara, lo repartían en toda la calle. Disfrutando el personal sin haberlo probado.
Juliana siempre iba la última, y a su vez protestando porque su tablero pesaba, y eso, que era el más pequeño de todos. Pero Juliana no le gustaba levantarse temprano, e iba lenta y siempre arrastrando los pies. Para ella el madrugar era un auténtico sacrificio.
Elena luchó mucho en los años del estraperlo. Los años de miseria de España. Había que trabajar y llevar el pan con toda la dignidad.
Los años eran malos para el país, y había que estar contentas por tener en la mesa un plato de sopas, y el pan. Y a veces, lo tenía que repartir con algún familiar.
Elena tenía una libreta donde apuntaba a los que solían pagar, cuando el marido le pagaba el jornal al final de la semana. “Tía” Elena no les  exigía el pago ni metía prisa, sabía lo difícil que era llegar al final de la semana. Juliana, que era más joven, se encaraba con las que de vez en cuando se hacían las remolonas, y a consecuencia de esto, tenía algún enemigo. Elena era más prudente y reñía a Juliana. En el fondo, juliana tenía razón, el dinero estaba contado, y había que seguir comprando la harina y la levadura para el negocio.
A Juliana los vecinos no le tenían simpatía, y no se daban cuenta que en los negocios no se puede ser blando. Si no, te comen y eso ha hecho arruinar muchas familias.
Desde la ventana se contemplaban. El amanecer, las puestas de sol, la lluvia. Lo que menos me gustaba eran las tormentas. Ese día mamá no me dejaba abrir la ventana, y las veía a través del cristal. Cuando bajaba de la banqueta me sentaba en el suelo y acariciaba mis venditos pies, por permitir tan maravilloso poder.
En el invierno de la vida, es cuando echas de menos aquellos tiempos. Ahora que los pasos son cortos y lentos y sin faltar algún que otro dolor.
En la vejez, a falta de esos movimientos para ir y venir donde quieras sin dificultad.
 Para eso, no hay repuestos. 22-6-2017  Joaqui.

viernes, 23 de junio de 2017

Historias de Cornejo.: Recuerdos

Historias de Cornejo.: Recuerdos:   Amanecen los primeros Rayos del Sol. Desde mi cama miro el cristal deRecuerdos la ventana. En el aire vuelan los deseos de tantas personas...

Recuerdos



 Amanecen los primeros Rayos del Sol. Desde mi cama miro el cristal de la ventana.
En el aire vuelan los deseos de tantas personas chocando y uniéndose al rocío que deja la noche en el cristal.
Encontrar  trabajo, salud, la llamada de un hermano. Ese que no sabe dónde está el teléfono para preguntar y saber de ti. Solo descuelga cuando eres tú el que llamas. El deseos de dejar de fumar, beber, y gastar menos este año.
 La llamada de un hijo, escuchar su voz y saber que está preocupado por ti.
Y por supuesto!, seguir con la ilusión de la lotería. Esa sí que vuela alto. Y con ello poder arreglar muchas cuentas atascadas.
Mi mayor deseo es que aflore la salud en mi cuerpo y poder salir de la habitación y volver caminar por el mundo al lado de las personas que quiero.
Así estaré esperando un año más.
                                   06-01-2014 Joaquina. Registrado.

miércoles, 21 de junio de 2017

Historias de Cornejo.: La marcha

Historias de Cornejo.: La marcha: Las mañanas son mi debilidad.     En ellas   se empieza a desarrollar lo bueno y malo del día. Hay que tener mucho tiento en empeza...

La marcha




Las mañanas son mi debilidad.   
En ellas  se empieza a desarrollar lo bueno y malo del día. Hay que tener mucho tiento en empezarlo, pues un mal paso, te hará temblar en los momentos difíciles, y, llegado este, no hay vuelta.
Aquella mañana amaneció fría, mi marcha no tardaría en llegar. Mamá me mandaba al colegio, lejos de mis hermanos y de ellos. Siempre pensé que ella no me quería. Y según ella, era lo mejor que podía hacer por mí. Nunca entendí eso de lo mejor y que era afortunada con mí nueva vida. No acepté ese alejamiento.
 Mamá con mí marcha se ahorraba la lucha diaria conmigo. Siempre dijo que era muy cabezota.  Por eso pensaba que me alejaba de ella, para olvidarse de mí. Eso era lo que yo  pensaba.
 Llegando al colegio, las monjas me llevaron al dormitorio común donde pasaría gran parte de mi Vida.
 Después de cenar, nos llevaron  a la habitación. Me asignaron  una cama, solo para mí. Yo venía de dormir con alguna de mis hermanas pequeñas. Esa tortura en la primera noche. Lo peor fue cuando al rato de estar acostadas se apagaron las luces de todas las dependencias. La oscuridad no me dejó pegar ojo. Por la mañana, nos llamaron muy temprano.
La segunda noche una ráfaga de luz iluminó la sala. Me sentí aliviada. Ella entró en el cuarto y empezó hacerse dueña. Caminaba sin parar saltando de cama en cama, y acariciándonos a su paso a todas nosotras.
La luna entraba de noche y al llegar la mañana se marchaba como había venido.
El crucifijo que colgado en la pared,  era el único que nos daba compañía.   
Esta noche la luna no ha hecho acto de presencia, la oscuridad de la sala era total. El miedo se apodera de mí. Estaba tan acostumbrada a sus caricias que faltando, el sueño  no aparece.
Una tarde al volver del paseo con las de más niñas, el crucifijo no estaba colgado en la pared. Le pregunté a Sor Gertrudis, ella no sabía nada. Me refugié en la capilla, y al lado derecho vi el crucifijo, se encontraba en su nuevo aposento.
Ahora, las noches serán lo peor  para mí, lejos de los míos.
 La luna paseará sola y echare de menos las caricias de sus manos.
                               20-6-2017    Joaqui.

martes, 20 de junio de 2017

Historias de Cornejo.: La marcha

Historias de Cornejo.: La marcha: Las mañanas son mi debilidad.     En ellas   se empieza a desarrollar lo bueno y malo del día. Hay que tener mucho tiento en empeza...

La marcha




Las mañanas son mi debilidad.   
En ellas  se empieza a desarrollar lo bueno y malo del día. Hay que tener mucho tiento en empezarlo, pues un mal paso, te hará temblar en los momentos difíciles, y, llegado este, no hay vuelta.
Aquella mañana amaneció fría, mi marcha no tardaría en llegar. Mamá me mandaba al colegio, lejos de mis hermanos y de ellos. Siempre pensé que ella no me quería. Y según ella, era lo mejor que podía hacer por mí. Nunca entendí eso de lo mejor, y que era afortunada con mí nueva vida. No acepté ese alejamiento.
 Mamá con mí marcha se ahorraba la lucha diaria conmigo. Siempre dijo que era muy cabezota, eso era lo que yo  pensaba. Pero mamá, pensaba otra cosa.
 Llegando al colegio, las monjas me llevaron al dormitorio común donde pasaría gran parte de mi vida. Después de cenar, nos llevaron  a la habitación. Me asignaron  una cama, solo para mí. Yo venía de dormir con alguna de mis hermanas pequeñas. Esa tortura en la primera noche. Lo peor fue cuando al rato de estar acostadas se apagaron las luces de todas las de pendencias. La oscuridad no me dejó pegar ojo. Por la mañana, nos llamaron muy temprano.
La segunda noche una ráfaga de luz iluminó la sala. Me sentí aliviada. Ella entró en el cuarto y empezó hacerse la dueña. Caminaba sin parar saltando de cama en cama, y acariciándonos a su paso a todas nosotras.
La luna entraba de noche y al llegar la mañana se marchaba como había venido.
El crucifijo que colgado en la pared,  era el único que nos daba compañía.   
Esta noche la luna no ha hecho acto de presencia, la oscuridad de la sala era total. El miedo se apodera de mí. Estaba tan acostumbrada a sus caricias que faltando, el sueño  no aparece.
Una tarde al volver del paseo con las de más niñas, el crucifijo no estaba colgado en la pared. Le pregunté a Sor Gertrudis, ella no sabía nada. Me refugié en la capilla, y al lado derecho de está, el crucifijo se encontraba en su nuevo aposento.
Ahora, las noches serán lo peor  para mí, lejos de los míos.
 La luna paseará sola y echare de menos las caricias de sus manos.
                               20-6-2017    Joaqui.

viernes, 16 de junio de 2017

Historias de Cornejo.: El árbol y sus frutos

Historias de Cornejo.: El árbol y sus frutos: Mirando el hermoso árbol desde lo alto del montículo. Las ramas se movían y el sonido era reírse del mundo. Él guardaba los frutos...

El árbol y sus frutos






Mirando el hermoso árbol desde lo alto del montículo. Las ramas se movían y el sonido era reírse del mundo. Él guardaba los frutos protegiéndolos en sus ramas lo más lejos de las garras de los hombres.
No tenía piedad de los que tantas horas echamos para admirar su belleza.
Me recuerda a los espejos. Te miras cada mañana, intentando encontrar algo nuevo, pero, no, él te dice lo mismo, anda, deja eso, el espejo no te va a dar lo que buscas. Par eso hay que volver a nacer. ¡Ah! Y nacer con suerte, y la suerte la tienes lejos, muy lejos.
                         16-6- 2017  Joaqui.

El árbol y sus frutos





Mirando el hermoso árbol desde lo alto del montículo. Las ramas se movían y el sonido era reírse del mundo. Él guardaba los frutos protegiéndolos en sus ramas lo más lejos de las garras de los hombres.
No tenía piedad de los que tantas horas echamos para admirar su belleza.
Me recuerda a los espejos. Te miras cada mañana, intentando encontrar algo nuevo, pero, no, él te dice lo mismo, anda, deja eso, el espejo no te va a dar lo que buscas. Par eso hay que volver a nacer. ¡Ah! Y nacer con suerte, y la suerte la tienes lejos, muy lejos.
                         16-6- 2017  Joaqui.