Mirando
el hermoso árbol desde lo alto del montículo. Las ramas se movían y el sonido era
reírse del mundo. Él guardaba los frutos protegiéndolos en sus ramas lo más
lejos de las garras de los hombres.
No tenía piedad de los que tantas horas echamos para admirar
su belleza.
Me
recuerda a los espejos. Te miras cada mañana, intentando encontrar algo nuevo,
pero, no, él te dice lo mismo, anda, deja eso, el espejo no te va a dar lo que
buscas. Par eso hay que volver a nacer. ¡Ah! Y nacer con suerte, y la suerte la
tienes lejos, muy lejos.
16-6- 2017 Joaqui.
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