jueves, 8 de junio de 2017

Cuarta hoja y última



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Del penúntimo viaje.
 Pensaba que un varón entre tantas mujeres sería un guardián para sus hijas. Se hacia tarde y decidí volver. Recorrí el trecho que hay desde el cementerio al regato.
Al llegar hice una parada en un banco de cantería que se encuentra pasando este, al lado del abrevadero.
Me senté a descansar. Allí, recordé que  años atrás  recorriendo esos pueblos con mis hijos y mi esposo y parte de mis hermanas.
Al llegar la noche paramos en uno de sus hermosos pueblos. Allí en un hotel nos dieron las únicas, habitaciones que había, y solo encontramos dos, para los tres matrimonios, con nuestros respetivos hijos. Nos vimos con una cama, yo, para cinco personas. Mis hermanas dos camas para ocho. Los del hotel no tenían otra cosa. Aceptamos.
Al entrar en la habitación, el más pequeño se subió a la cama y casi, era para él solo. Decidimos usar unas mantas que estaban en el armario, las pusimos en el suelo, y dormimos como los propios ángeles.
Nos despertaron los gallos con su canto mañanero. Al salir de la Habitación, a la derecha había un pasillo. Este daba  a un balcón de madera, de palos grandes y viejos, desde allí se veía gran parte de la belleza que tienen los pueblos de la Sierra de Gata. El baño era compartido con varias habitaciones y os podéis imaginar.
Llamé a mis hijos, para poder asearnos y bajar a comer el famoso desayuno, los churros del pueblo.
Cuanta alegría y regocijo el estar rodeada de los seres más queridos tener entre tus brazos a tus hijos.
De pronto oigo una voz, señora esta Ud. bien estaba embebida en mis pensamientos que perdí la noción del tiempo. -Le dije- No se preocupe, estoy bien. –Me levanté y seguí calle arriba camino del apartamento. Al llegar entre y me dirigí al comedor.
Estaba cenando el personal, y me senté en la mesa que me habían asignado por la mañana. Para cenar había sopa de verduras, queso blanco, pan y una pera. Pero miraba a mis compañeros de mesa y ellos solo se limitaron a cenar y marcharse a su habitación, los encontré tan vacio de comunicación  me dio  mucha tristeza y pena.-pensaba- ¿esto será siempre así? Soy demasiado exigente y los amigos no corren para encontrarte. Ya en la estancia, me aseé y cogí un libro. Pero mi mente no estaba para leer. Lo dejé todo y me marche a descansar.
No termino de encajar en el ambiente, quizás es pronto y para sentirse integrado hay que esperar.
Llevo un año en mi nueva casa, los días pasan cada vez más monótonos. Cuando paseo por sus calles no percibo el aroma de sus gentes. Ahora me cruzo con seres extraños. Está todo apagado el aire las flores los colores nada huele a nada. El aire pasa sin notar que existes.
Sentada cerca de la fuente que hay el jardín, escucho correr el agua que baja abrazada a los suyos. La fuente escupe el agua, lenta y pausada. Es como si se estuviese apagando el surtido. Esto tampoco ayuda a subir el ánimo.
¿Qué buscamos los mayores? Nuestras alegrías se quedaron como en los regatos. Él sigue el cauce del río y sus aguas no volverán a bañaran los cantos rodados.
No, nos empeñemos, hay que seguir río abajo hasta nuestra entrada en el mar.
                                             23-8- 2016 Joaqui

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